José Cancino
-Qué vida esa, nadar en el Suchiate-, afirma un ocupante en una de las balsas al ver a dos niños nadar y jugar, mientras cruza de Guatemala a Chiapas.
-No se crea, ya está muy cochina el agua-, revira el balsero que empuja de manera accidentada le embarcación hechiza de un lado a otro, por las islas de arena que han formado a propósito para intentar una mejor navegación.
Para este y muchos balseros del río que funciona como frontera natural, la corriente de agua dulce dejó de ser diáfana y pura, debido a las tantas tuberías de líquidos negros que son directamente vertidos por comercios, casas y todo tipo de establecimientos del lado guatemalteco. Aunque la mayor actividad de contaminación se da del lado chapín , en Chiapas, en Ciudad Hidalgo, no es la excepción.
Desde hace poco más de dos años, un canal fue construido para que todas las corrientes pluviales que se generan en calles de la localidad fronteriza vayan a parar directamente a este río.
La contaminación es grave ante los ojos de autoridades encargadas de procurar el cuidado del medio ambiente, que hasta entonces no han hecho nada por frenar estas malas prácticas en ambos países.
“Mucha (contaminación) viene desde allá arriba, pero aquí también son muchos tubo que salen y se ve cómo cae el cochinero”, sostiene el balsero con acento centroamericano.
Y es cierto. El Suchiate no sólo atraviesa por los más de cinco kilómetros donde se da la actividad comercial y social con las balsas. Otros municipios como Metapa de Domínguez, Frontera Hidalgo, Tuxtla Chico y decenas de comunidades del departamento de San Marcos, forman parte de esta cordillera de daño a los mantos acuíferos y el agua que corre por este río hasta la desembocadura del océano pacífico.
Heces, químicos y basura
No sólo se trata de aguas inmundas que salen de distintas viviendas y comercios en Tecún Umán y Ciudad Hidalgo. A lo largo de esta franja fronteriza, ranchos también colindan con el Suchiate y se teme que se viertan también químicos en el uso de cuidado de ganado y sembradíos.
A esto se suma las heces de animales de corral que, de alguna manera, también propician contaminación y daño al ser humano.
La basura es otra de las complicaciones. Sólo en 2024, habitantes de La Isla , una comunidad situada justo en la desembocadura del río Suchiate, reportaron la excesiva acumulación de plásticos, vidrios, animales muertos y demás residuos líquidos y solidos a orilla de playa, provenientes todos de la corriente de agua dulce.
El perjuicio ha sido tan agresivo al río Suchiate que cada vez es menos notoria la presencia de especies de agua dulce en este afluente.
Las aguas negras se han convertido en un enemigo silencioso de este afluente que no es atendido, tratado o vigilado desde el ámbito ecológico.


