Julión abre plaza y la Feria Chiapas se engrandece; no a las voces discordantes

La Feria Chiapas, conocida como la feria del pueblo, hoy representa mucho más que una simple celebración popular. Es, sobre todo, la exigencia ciudadana de organizar una festividad donde la seguridad sea el primer filtro, porque sin ella cualquier evento puede convertirse en tragedia. Nadie está exento de ello, pero el Patronato lo sabe y, con esa premisa, ha actuado.

A partir de esa base —la seguridad— se construye todo lo demás: los juegos, la vendimia, los artistas, los grupos musicales, la exposición ganadera de primera clase y todo lo que da vida a una festividad donde se reúnen familias, hombres y mujeres que buscan un respiro a la rutina diaria. En todo ello recae la responsabilidad moral y logística de los organizadores. Nadie está exento de riesgos, pero el Patronato de la Feria lo sabe y actúa en consecuencia: protocolos reforzados, coordinación con fuerzas estatales y federales, y un despliegue que, aunque perfectible, marca un avance respecto a ediciones pasadas marcadas por incidentes.

Y no cabe duda: para lograrlo se requiere talento, experiencia y, sobre todo, honestidad. En este último punto conviene detenernos.

La inauguración del magno evento estará a cargo del internacional chiapaneco Julión Álvarez, quien tendrá la responsabilidad de abrir plaza. Pese al viejo dicho de que nadie es profeta en su tierra, su éxito está prácticamente garantizado. La preventa digital de boletos para su presentación lo confirma: en apenas cuatro minutos se agotaron los ocho mil lugares disponibles. Es lógico: el Foro Chiapas tiene un límite de aforo que debe respetarse, y el interés del público rebasó toda expectativa.

Sin embargo, como suele ocurrir, algunas voces disonantes no han tardado en intentar desacreditar el esfuerzo del Patronato. Personas que hacen conflicto de todo, incluso de aquello que no les afecta directamente, hoy buscan empañar un trabajo que ha sido planeado con meses de antelación. Y, lamentablemente, lo hacen no sólo contra el Patronato, sino también contra el propio mandatario chiapaneco, quien —más allá de simpatías políticas— ha demostrado cercanía con la gente, acompañándola en sus alegrías y en sus infortunios. Eso, en tiempos de tanta distancia entre autoridad y ciudadanía, no es un gesto menor.

El anuncio de que podrían venir sorpresas adicionales tras la presentación de Julión Álvarez ha avivado aún más la expectativa. Miles de chiapanecos desean escuchar en vivo a su ídolo, originario de La Concordia, y la posibilidad de una o más presentaciones extra no suena descabellada. Sería un gesto que hablaría del sentido humanista y popular del gobernador, y de una administración que entiende que el entretenimiento también forma parte del bienestar social.

Quienes apuestan al fracaso de la Feria, quienes creen que desacreditarla es una forma de oposición legítima, se equivocan. Lo más probable es que terminen reconociendo —aunque en silencio— que este año la Feria Chiapas revivirá como no lo había hecho en la última década. El simple hecho de que la presentación de Julión haya generado tal expectación es una señal inequívoca de que la gente quiere volver a creer, volver a celebrar y sentirse orgullosa de lo suyo.

En medio de tanta adversidad heredada del pasado, toda chispa de alegría vale oro. Cualquier esfuerzo que devuelva la sonrisa a un pueblo golpeado por la incertidumbre merece apoyo, no sabotaje.

Por eso, más que nunca, debemos mirar con sentido crítico, sí, pero también con justicia. No se trata de callar las fallas, sino de reconocer cuando las cosas se hacen bien. La Feria Chiapas busca rescatar su esencia: ser el corazón festivo del pueblo, un espacio donde la convivencia y la cultura popular recuperen su lugar.

No hagamos caso de las voces que sólo saben destruir. Quienes gobiernan pueden no simpatizar con todos, pero los ataques personales y las fobias políticas no construyen nada: sólo enrarecen el ambiente y siembran desconfianza.

Lo que es cierto —y ténganlo por seguro— es que el Patronato está dejando el alma para que esta fiesta recobre la vida, la alegría y el espíritu comunitario por el que originalmente fue creada.

La Feria Chiapas no es sólo un evento: es el espejo de lo que somos y de lo que, con voluntad y compromiso, podemos volver a ser.

Critiquemos con fundamento: el Patronato debe transparentar presupuestos, auditar contratos con artistas y proveedores, y evitar el clientelismo que ha infestado ediciones previas. La honestidad no es un adorno; es el antídoto contra la corrupción que dilapida fondos públicos. Exijamos rendición de cuentas detallada, no solo en seguridad, sino en impacto económico.

La Feria Chiapas 2025 no podría ser perfecta, pero marca un quiebre: de la apatía al renacer crítico. Que sea el inicio de una tradición renovada, donde la crítica constructiva impulse, no destruya.

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