Editorial
El Reportaje que Diario Media Group presentó el lunes pasado en sus plataformas
digitales y en el impreso, muestra el panorama desolador y catastrófico que tiene
Chiapas en materia de tratamiento hídrico de no atenderse el tema de forma
inmediata por parte del gobierno federal, estatal y municipal, en coordinación con
la iniciativa privada.
La declaración que hizo el director general de la Comisión Nacional del Agua en
Chiapas, Felipe Irineo Pérez, es contundente y al mismo tiempo, una señal de
alerta máxima para las autoridades, debido a que, si no le ponen remedio a la
contaminación del agua, entonces Chiapas, uno de los estados más ricos en la
materia en el país, tendrá muy pronto el escenario desértico y devastado de sus
ríos, playas, afluentes y mantos friáticos que reposan en el fondo de la tierra.
No queremos ser alarmistas, pero si las autoridades se detienen un minuto en sus
propuestas populares de obtener más likes o de intentar agradar a la población
con acciones meramente mediáticas, y analizan el mensaje que dio el funcionario
federal, entonces entenderán que no habrá remedio que alcance para resarcir lo
que aún está en nuestras manos hacerlo. Sólo verifiquen esta declaración del
titular de la Conagua:
“…actualmente en Chiapas se tiene el registro de poco más de 300 plantas de
tratamiento, de las cuales están a cargo de cada uno de los ayuntamientos donde
están instaladas, sin embargo, ninguna de estas funciona bajo las normas de la
CONAGUA NOM – 001; la mayoría de esas plantas no están cumpliendo con la
normatividad, ya que la función de Conagua es verificar y llevar a cabo el
muestreo de las descargas de las plantas de tratamiento, y podemos decir que de
las más de 300 ninguna están cumpliendo con la normatividad, y menos ahora que
en el 2021 entró una nueva normatividad, nuevos requisitos, entonces ninguna
planta está cumpliendo, existen plantas que están tratando el agua pero, de forma
irregular, no cumplen”.
En Chiapas hay 124 municipios y de acuerdo al número de su población, debería
haber como mínimo dos plantas por habitantes. Los números parecieran que son
suficientes para el tratamiento de aguas residuales, pero resulta que no funcionan,
salen muy caro su tratamiento y los alcaldes y alcaldesas se lavan las manos
diciendo que no hay dinero.
Al no tratar el agua, como sí lo hace Tuxtla Gutiérrez, por ejemplo, se evitaría
contaminar el medio ambiente por los patógenos y sustancias químicas que hay
en los desechos, y por si no lo sabía el tratamiento evitaría la muerte de personas
que consumen agua al contagiarse de diarrea por el cólera y la disentería; también
por esta práctica se contrae la hepatitis.
Además, se está acabando el líquido como reserva para las nuevas generaciones
y este fenómeno ya se está viviendo en algunos estados del país que han sido
azotados por la sequía, el estiaje.
Los estudios realizados en Chiapas, en México y en algunas otras partes del
mundo dan como resultado la urgencia de invertir en este fenómeno, ya que de lo
contario vamos a una muerte lenta, pero segura.
Cuando la autoridad se decida a intervenir, entonces sería más caro resolver un
problema del que aún se está a tiempo. Los mantos freáticos que hay en Tuxtla,
por ejemplo, son los que han salvado el consumo de agua para uso doméstico
cuando hay graves sequías, como ha ocurrido en los últimos años, donde el
resultado del cambio climático ha afectado a entidades que en teoría no tendrían
problemas por el abasto suficiente en sus reservas de agua que tienen en sus
territorios.
Chiapas, Veracruz, Tabasco y Oaxaca, son, por ejemplo, ricos en sus reservas,
pero éstas tienen el peligro de que sus ríos presentan graves índices de
contaminación. La entidad chiapaneca tiene la peculiaridad de que no tiene
industrias, donde sus actividades primarias y el turismo, es lo que lo mantiene
avante, pero nadie se ha preocupado por establecer políticas públicas que ayuden
a conservar la naturaleza sin contaminación.
El tema no tiene que echarse por la borda, es muy delicado y, por tanto, después
de la seguridad, tema que en este momento mantiene más ocupado y preocupado
al gobernador Eduardo Ramírez Aguilar, rubro al que se le han invertido muchos
miles de millones de pesos, la mirada debe desviarse hacia la situación que
prevalece en la contaminación hídrica.
Es el momento para enfocarse también en el combate de saneamiento de los ríos,
arroyos, playas. La entrada en operación de las plantas de tratamiento de aguas
residuales en un punto álgido a atender, y es ahí donde los diputados y diputadas
que andan exhibiéndose en selfis, diciendo y haciendo tontería y media, se
apliquen para abonar a resolver el problema, que, sin exagerar, es de obvia
atención inmediata.
El gobierno de Chiapas debe tomar la batuta en este problema y así como lo hace
para tratar a los maleantes, debe meter en cintura a los presidentes municipales
para que se reorganicen e inviertan, como norma, en la operatividad de las
plantas, pero, además, aplicar una serie de medidas para reencauzar los hábitos
de la población que “gusta” de tirar la basura a la vía pública, a aplicar medidas en
las que tengan participación en el cuidado del medio ambiente.
Con decir que regular el uso de agua que se hace en los autolavados sería básica
para no desperdiciar tanta agua, aunque también urgir a los ayuntamientos a que
resuelvan los problemas de salud pública que generan los drenajes colapsados es
parte de la responsabilidad de los alcaldes que no se ocupan por resolver.
El tema es complejo, pero puede resolverse si se le invierte el recurso necesario.
Ojalá no se haga oídos sordos a este reclamo popular.