Exactamente, dentro de 18 días, en todas las escuelas del país deberá entrar en
vigor la prohibición de la venta de comida chatarra en sus instalaciones. La han
llamado una medida histórica, que, para ser sinceros, no creemos que se cumpla
a cabalidad, aunque sí influirá para ir mermando esta nociva practica de consumo
de comida chatarra que nos mantiene entre los primeros cinco países en el mundo
con el grado de obesidad infantil.
En la Cuarta Transformación han presumido de aplicar medidas extremas en
algunos programas que no han tenido el éxito que se pretende, porque todo lleva
un proceso que debe irse vigilando para que se cumpla a cabalidad.
La iniciativa de no venta de artículos que dañan la salud de la población, no sólo
en los niños y jóvenes -que debería incluir todas las edades y extractos de la
población-, es aplaudible, pero lamentablemente se carece de una cultura en los
hábitos de consumo que serán difíciles de erradicar.
Y esto no es porque la gente no lo quiera, sino porque se tiene una pobreza
extrema y grados de marginación importantes en algunas zonas del país. Tan sólo
en Chiapas en las comunidades indígenas el consumo exagerado de refrescos de
cola son el “pan de cada día”. En los hogares de esta zona, si no hay refresco
para consumir los alimentos, la comida no es “apetecible”.
Suena hasta ridículo decir esto, pero también en la mayoría de los hogares
mexicanos, el tener una botella de refresco en lugar de una jarra de agua de
alguna fruta de temporada es algo fuera de lo común.
La iniciativa, parte de la estrategia “Vive Saludable, Vive Feliz”, implementada por
este gobierno, busca combatir la obesidad infantil y promover hábitos alimenticios
saludables entre los estudiantes.
Ahora veremos si en verdad las escuelas de todo México proporcionan servicios
de alimentación que sean saludables y nutritivos, y veremos qué papel juegan las
asociaciones o comités de padres de familia para que vigilen y apliquen la no
venta de comida chatarra.
Lo que diga la Constitución será un cero a la izquierda, porque acá lo que importa
es la voluntad y la decisión que emprendan las escuelas para prohibir la venta de
estos productos, a pesar de que esta medida ya lo contempla la Ley de Promoción
y Protección de la Salud en su artículo 28 que prohíbe la venta de alimentos y
bebidas que no sean saludables en las escuelas, y en el artículo 27 que establece
que las escuelas deben promover la salud y la nutrición de los estudiantes.
Por si fuera poco, la Norma Oficial Mexicana NOM-043-SSA2-2012, en su artículo
5 establece que las escuelas deben proporcionar servicios de alimentación que
sean saludables y nutritivos, y en su artículo 6 prohíbe la venta de alimentos y
bebidas que no sean saludables en las escuelas. Y aunque se vea como
repetitivo, en el Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria en sus objetivos 3 y 4
se dictamina que se debe promover la venta de alimentos saludables en las
escuelas y prohibir la venta de alimentos y bebidas que no sean saludables.
A lo que es lo mismo, no estamos inventando el hilo negro, pero es indudable que
la intención es buena, con las reservas de que se cumpla simplemente está en
chino. En las escuelas particulares, donde la “paga” no es la limitante, las
directivas se empeñan en la venta de artículos sin regulación alguna, tanto que
piden a los propios padres de familia que les den su “gasto” a la niñez para que
pueda ayudar a la escuela en el mantenimiento de ésta con la venta que tienen en
los estanquillos.
Algunas ofrecen platillos supuestamente saludables que por cultura general, los
niños no los comen. En verdad que es una iniciativa que debe impulsarse por
todos y en la que deberá obligarse a los padres de familia a mandar a sus hijos
bien desayunados o comidos y con su lunch nutritivo.
Hay que tomar en cuenta que la venta de comida chatarra en las escuelas
contiene altas calorías, grasas y azúcares, que contribuyen a la obesidad y otros
problemas de salud en los estudiantes, además de que está comprobado
científicamente que tiene un impacto en el rendimiento académico al afectar la
concentración y el rendimiento académico de los estudiantes.
En conclusión, las políticas emprendidas entre las secretarías de Educación
Pública y Salud, sin duda que pone en un predicamento a las directivas de las
escuelas, que ya deben tener un plan b, ahora que estos están de moda, para
poder darle la vuelta al tema, porque no lo dude que no están dispuestos a perder.
Ojalá, y lo decimos con mucho respeto, que la autoridad logre reducir los índices
de desnutrición y de obesidad, pues tendrá que sortear los cacicazgos que se
tienen arraigados en el negocio de la comida tercermundista en las escuelas de
todos los niveles, promocionada y sustentada por las empresas transnacionales,
pero eso es otro sesgo que habría que poner sobre la mesa.