Hace nueve días, la Universidad Valle de México Campus Chiapas (UVM) anunció
de golpe y porrazo que desaparece de Chiapas. Su infraestructura se disuelve y
se va. La noticia cayó como bomba para los padres de familia y principalmente,
para los alumnos.
Desde el año 1999 la universidad empezó a operar en Tuxtla, convirtiéndose en
una excelente opción para aquellas familias de la capital y del resto de la entidad
que tuvieran la capacidad económica para poder costear la educación de los
jóvenes.
Este 2025 haría 26 años de haber llegado para ayudar al sector productivo y
económico, información que se obtiene de la plataforma digital, porque hasta este
momento, ninguna autoridad de la UVM se ha molestado en salir y dar la cara. Un
comunicado de prensa ha sido el único medio oficial con el que el Campus ha
notificado esta decisión.
El anuncio de que la escuela se va ha puesto en estado de shock a los padres de
familia que no saben qué hacer ante este cambio tan repentino.
Se entiende que en la vida las rachas económicas puedes causar altibajos, pero
tratándose de una institución de élite, porque sus colegiaturas mensuales distan
mucho de los costos de inscripción de las públicas como es el caso de la
Universidad Autónoma de Chiapas, la Universidad de Ciencias y Artes de
Chiapas, las politécnicas o los tecnológicos, el cuestionamiento inicial es porqué
se va, porqué esa falta de respeto y de botepronto, sin decir agua va, abandonen
el barco.
En esta pasividad, descortesía o irresponsabilidad en la que cayó la UVM, su
riqueza educativa, sus años mozos, su historial, caen al bote de la basura por una
sencilla razón: la rectoría no ha tenido el valor para dar la cara y enfrentar el enojo,
con razón, de los padres de familia que se tambalean de la noche a la mañana en
un santiamén de preguntas sin respuesta.
Ningún directivo ha tenido el valor civil de salir ante los medios de comunicación
para aclarar qué los motiva a irse. Esa falta de profesionalismo hace pensar o
escribir muchas novelas con finales semejantes: la falta de respeto, la ineptitud, la
incapacidad para poder enfrentar este tipo de situaciones es lo que hacen la
diferencia entre una institución y otra.
Además, y esto es muy importante, la Universidad en su comunicado oficial
destaca que la decisión tomada fue notificada a la Secretaría de Educación, por lo
que, de ser cierto, la misma institución debería salir a fijar una postura e
iluminarnos qué sería lo que sigue.
Alrededor de mil 200 estudiantes tendrán que ver la posibilidad de irse a otros
Campus en los estados vecinos. Lamentablemente están desnudos porque
simplemente desconocen la drástica decisión tomada, y es grotesco porque no
hubo un antes y un después. Es decir, no hubo una notificación preliminar,
anticipada, con tiempo, para que los padres de familia pudieran tomar una
decisión y que la noticia no les cayera de trancazo.
Es muy fácil decir que a escuela está en crisis o es la situación del país la que los
orilló a tomar esta decisión. De todo se puede pensar y al final, la conclusión es
que es reprobable la forma en que se conduce la Universidad.
Si ya se tomó esta decisión, el revuelo que viene será muy difícil para los padres
de familia que hacen hasta lo imposible por unirse y llevar su demanda de justicia
ante las autoridades. Pero, además, qué hay con los empleados, con la plantilla de
maestros que se quedan sin trabajo y lo peor es que no saben si recibirán
indemnización o si ley los protegerá.
Es una pena que no haya el valor civil para que la rectoría dé la cara ni haya una
explicación lógica del porqué no asumir de frente este hecho. Hacerlo por un
comunicado de prensa es una ofensa. La Universidad debe aclarar paradas y si no
es así, la Secretaría de Educación debe asumir este papel, no sea que las cosas
empiecen a salirse de control, ante la impotencia de unos padres de familia que ya
han amenazado con subir de tono sus protestas.
En concreto, la UVM cayó en el descrédito, y dejó volando los 26 años que este
año cumpliría de haber llegado a Tuxtla. ¡Qué lástima!