La palabra teteléstai (a veces escrita como telestai, aunque su forma correcta en griego es τετέλεσται) significa “consumado es”, “todo está cumplido” o “está terminado”.
Fue una de las últimas palabras que, según el Evangelio de Juan (19:30), pronunció Jesús antes de morir en la cruz. No como un lamento, sino como una afirmación poderosa: la misión de amor, justicia y redención había sido cumplida. Una vida entregada por entero a los demás, sin reservas, con compasión profunda y valentía radical.
Hoy, en un mundo herido por la desigualdad, el abandono institucional, la corrupción y la indiferencia, teteléstai resuena no como el final de una historia, sino como un llamado urgente. Porque el sacrificio de una vida por los otros no puede quedar en el olvido ni reducirse a una conmemoración litúrgica. Jesús no murió para que hoy el poder se ejerza sin conciencia, ni para que los pueblos sigan siendo víctimas del egoísmo disfrazado de progreso.
Cada acto de justicia, cada decisión pública pensada desde el bien común y no desde el beneficio personal, es una forma de honrar esa palabra. Cada gobernante que escucha, cada funcionario que sirve en vez de servirse, cada ciudadano que alza la voz y no se rinde ante la impunidad, construye el camino hacia una humanidad que no ha olvidado su alma.
Porque el mensaje sigue siendo vigente: no se trata de discursos, sino de hechos. No de religión, sino de humanidad. Cada vez que se protege la vida digna de una persona, cada vez que se construye paz donde había violencia, como día a día se está construyendo en esta nueva ERA de Chiapas, la verdad donde hubo silencio, dignidad donde solo había abandono, teteléstai cobra sentido otra vez.
En la antigua Grecia, esta palabra también se usaba fuera del ámbito espiritual:
• Se escribía en recibos para indicar que una deuda había sido pagada por completo.
• Era pronunciada por artistas y artesanos al concluir una obra: “está terminado”.
Hoy podríamos preguntarnos: ¿qué obra estamos construyendo como sociedad? ¿Estamos dispuestos a pagar la deuda histórica que tenemos con los más vulnerables? ¿Podremos algún día decir teteléstai, sabiendo que hicimos lo que teníamos que hacer por la justicia, la verdad y la dignidad humana?
El amor, la justicia y la verdad no deben ser consignas vacías, sino causas encarnadas. Y sólo cuando nuestra vida pública y nuestra vida espiritual caminen de la mano, podremos decir, con el alma en paz: teteléstai. Todo está cumplido.