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Entre dos clásicos de la vida política nacional, ni a cuál irle. Uno, leído, culto —aunque majadero, prepotente y altanero—; el otro, arrastra el beneficio de su pasado como jugador referente en México, pero como político es una desgracia.
En el fondo, son muy parecidos: les vale un comino el bienestar de la sociedad mexicana a la que supuestamente representan. En poco tiempo han demostrado con hechos que son tal para cual, es decir, solo ven por su beneficio personal.
Uno se preocupa por lucir en tribuna, por demostrar que es un provocador profesional contra sus adversarios políticos. Le gustan los reflectores, pero en el fondo también le atrae la opulencia y los lujos, aunque su apariencia física diga lo contrario. Su queja constante es que hoy lo tiene todo porque luchó para salir de la pobreza, de vender libros y de comer frijoles con tortilla. Muy al estilo de los connacionales que sobreviven día a día, aunque hoy él presume que disfruta lo que tiene porque le costó.
No importa que lo critiquen por haber comprado una casa valuada en más de 12 millones de pesos, o que sus opositores digan misa porque viaja en primera clase o acude a los mejores restaurantes. Ese es el valor de esta vida momentánea que, según él, hay que disfrutar… y presumir.
Por eso se arropó bajo las faldas de Morena, para que lo protejan, aunque le vale lo que digan de él. Ahí está el claro ejemplo de su soberbia, cuando obligó a un ciudadano a pedirle disculpas públicas por un altercado personal.
Claro, nos referimos a Gerardo Fernández Noroña, quien ya le agarró el modo a las redes sociales. Porque de eso se trata: de estar en boca de todos, para que el día de mañana pueda postularse como candidato al gobierno de México. Ahí la lleva. Este lunes y martes volvió a engatusar a los medios de comunicación para que su nombre resonara mediáticamente.
Pedir licencia por 12 días para ausentarse del país porque irá a Palestina es la burla más sonora de los últimos tiempos en el Senado. El escándalo dio resultado, y hoy, a dónde vaya no importa. Si le pagan el boleto, tampoco. Lo relevante es llamar la atención, y lo ha logrado.
El senador que abandonó al PT para incorporarse este año a Morena ha sabido transitar en las arenas movedizas, rodear el pantano y, lo más ejemplar, no gastar un solo peso en redes ni en medios tradicionales.
Por cierto, ¿qué hay de las denuncias públicas sobre su patrimonio? Lo que gana no cuadra con sus casas, autos y demás lujos. Nada… y no pasará nada, aunque existan denuncias ante la FGR.
La otra joya de Morena —aunque sin los dotes de estudioso de Noroña— es el exfutbolista Cuauhtémoc Blanco, quien ha sido un verdadero dolor de cabeza para el partido. Primero, por los señalamientos de corrupción durante su mandato como gobernador de Morelos, de donde pidió licencia para incorporarse como diputado federal.
Los escándalos no terminan ahí. Se le ha vinculado con líderes del crimen organizado y enfrenta una delicada acusación de acoso sexual contra su media hermana, en la que todo el aparato gubernamental operó para protegerlo.
Sin embargo, el rechazo social —más allá de sus ciegos fanáticos que aún lo veneran como un gran jugador— viene también de las organizaciones civiles, quienes le han impedido participar en partidos con leyendas del América y de las Chivas, como ocurrió el mes pasado en Tuxtla Gutiérrez. Allí llegaron todos… menos el Cuau, por la pesada sombra de su imagen como presunto abusador sexual.
Además del estigma de ser un diputado «levanta dedos», se suma su actitud despreocupada. Acude a las sesiones, pero sin la mínima intención de prestar atención a lo que se discute. El martes fue captado jugando pádel mientras participaba remotamente en una sesión de la Cámara de Diputados. El hecho desató críticas de legisladores y reacciones en redes sociales, al grado de ser mencionado por la presidenta de México y por el coordinador parlamentario Ricardo Monreal.
Su historia de «hombre de barrio» no justifica la falta de compromiso con un recinto que merece respeto y que debe estar representado por hombres y mujeres comprometidos con México. Así de sencillo.
Por eso, uno por letrado y otro porque no le «entran» las letras, pero es una lástima que ambos personajes se aprovechen de los mexicanos y del propio sistema que los encumbró en puestos tan honrosos… que hoy deshonran.




