No hay agua, pero sí ceguera y demagogia

Eduardo Ruiz-Healy

El 9 de septiembre del año pasado advertí en este espacio que el Tratado de
Aguas de 1944 podía convertirse en un dolor de cabeza para el gobierno de
México. El tema no estaba en la agenda pública ni en las conversaciones entre
analistas. Pero ahora que regresó a la Casa Blanca, Donald Trump acusa,
amenaza y victimiza a su país. Nada nuevo. Así actúa el abusador de siempre.
Trump asegura que México le “roba agua” a los agricultores texanos. Anuncia
imponer sanciones y aranceles si nuestro país no cumple y presume haber
cerrado el abasto de agua a Tijuana. En Texas, donde la sequía es real pero la
demagogia es más intensa, el senador Ted Cruz y el gobernador Greg Abbott,
ambos republicanos MAGA, aplauden cada declaración de su líder. Poco les
importa que el caudal del río Bravo haya disminuido por causas climáticas. La
culpa ya está asignada y México paga el precio de la ignorancia y el oportunismo
electoral.
La presidenta Claudia Sheinbaum respondió, como suele hacerlo, con inteligencia
y prudencia. En lugar de caer en la provocación, envió una propuesta al gobierno
de EEUU basada en la disponibilidad real de agua. En su conferencia mañanera
del 11 de abril fue clara: el tratado no debe renegociarse porque es un tratado
justo y ella confía en que se alcanzará un acuerdo razonable en los próximos días.
Aseguró que México ha cumplido en la medida de sus posibilidades. Es probable
que, como tantas veces, Trump no esté informado o no quiera estarlo.
La realidad es contundente: México lleva tres años consecutivos de sequía severa.
Las presas están vacías. Los agricultores del norte padecen lo mismo que los del
sur de Texas. Pero mientras unos buscan soluciones técnicas, otros prefieren
agitar el conflicto para ganar aplausos. No es la primera vez que Trump utiliza
cualquier pretexto —aunque sea un tratado suscrito hace 81 años— para
chantajear, exhibir o humillar.
El problema no es el tratado en sí, sino el contexto que lo rodea. Fue firmado
cuando no había cambio climático, crisis ambiental y redes sociales convertidas en
trincheras de odio. Hoy ese acuerdo exige diálogo constante, visión técnica y una
diplomacia firme pero sensata.
México no necesita otro frente de confrontación. Necesita soluciones y Claudia
Sheinbaum ha optado por el camino correcto: evitar la estridencia, defender la
soberanía sin caer en provocaciones, responder con datos y propuestas. La
prudencia no es debilidad, es estrategia.
Yo lo advertí cuando casi nadie hablaba del tema. Hoy es imposible ignorarlo. Esta
no será la última vez que Trump use los tratados bilaterales como arma. Si no se
construye una estrategia de Estado que trascienda sexenios, México responderá

cada cuatro años con improvisaciones. Además, llama la atención el silencio de
tantos actores mexicanos: pocos en el Congreso, los medios o la academia han
hablado a fondo de este asunto. Y mientras Trump impone su narrativa, México
corre el riesgo de quedarse sin agua y, además, ser visto como el país que
incumple. No basta con tener la razón: también hay que saber comunicarla con
contundencia.
El agua se agota, pero la ceguera y demagogia de Trump —voluntaria o
electoral— parecen inagotables.


ruizhealytimes.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *