Sin duda, la iniciativa del gobernador Eduardo Ramírez Aguilar para combatir el rezago educativo, una de las deudas históricas para Chiapas, y que Roger Mandujano Ayala, secretario de Educación en el Estado, está llevando a cabo con mucho entusiasmo, podría representar una victoria política para la denominada Nueva ERA, en el caso de que el proyecto de “Chiapas Pueda” al menos, supere las expectativas. Pero, a pesar de que el proyecto sea viable o fracase, en el peor de los casos, habrá un conveniente para ambos escenarios: ¿Qué hacer después de combatir el analfabetismo?
Combatir a diestra y siniestra el otro analfabetismo, el funcional; este no responde a carencias materiales o intelectuales. Pues resulta que muchas personas que tienen la capacidad de leer y escribir, poco les interesa la lectura, ya no digamos la apreciación cultural o artística, sería mucho pedir.
De acuerdo al INEGI, el hábito lector tanto en hombres como mujeres descendió en 2024 en un 20 por ciento aproximado para ambos géneros: esto resulta un fracaso en las políticas relacionadas a generar el hábito lector; la culpa no es del todo de los programas para estimular la lectura o sus promotores, la era digital y lo que llamó el filósofo y sociólogo Zygmunt Bauman, “la modernidad líquida”, representada en las plataformas digitales, han generado una apatía por la lectura. Recordemos que también la lectura es parte del ocio, pero esta requiere análisis y reflexión, lo que hace al lector un agente del pensamiento crítico.
En momento, a la televisión se le culpó del contenido basura que las juventudes consumían y que mantenía a las masas ocupadas; ahora, con las redes sociales y demás plataformas digitales, ese “contenido chatarra” abunda al por mayor, representado en los “influencers”, que desafortunadamente se erigieron como líderes de opinión, quienes carecen en muchos casos de fundamentos lógicos y su discurso cae en el lugar común.
Retomando el tema del analfabetismo funcional, debido a la fácil accesibilidad del contenido mencionado y el poco rigor hacia éste, sumado a las precariedades sociales de cualquier índole, estamos atenidos a una sociedad de estúpidos, aunque suene soez, eso nos depara el futuro.
De acuerdo a diversas fuentes, en las universidades de México, se ha visto y desafortunadamente probado, que el hábito lector es nulo: muchas licenciaturas, en especial las humanidades, derecho o medicina, sólo mencionar, cuando llegan los de nuevo ingreso, desde el primer semestre los docentes deben recurrir a incentivar la lectura o que las mismas carreras se vean forzadas a obligar a sus matriculados a tomar cursos de lectura y redacción, ya que al salir del bachillerato, su nivel de lecto-escritura deja mucho que desear. Por ello en estas profesiones, al incrustarles este hábito, muchos terminan desertando.
En lo que respecta a las programas de lectura, estos fracasan porque muchos de sus promotores apenas son lectores “amateur”, que ni siquiera llegan a aficionados, ven a este hábito como una “pose” para presumir en redes sociales y conseguir más séquitos; o en el caso contrario, quienes tienen los conocimientos y técnicas, en sus métodos para enseñar recurren a la violencia, desanimando a quienes podrían mostrar el interés: lo anterior es el común denominador en ciertas Salas de Lectura de aquí de Chiapas.
Otro aspecto a considerar, es diferenciar contenidos, no todo material textual impreso o en formato digital, es buena lectura: si bien el libro como objeto albergan las sensibilidades, imaginaciones, sabiduría y conocimiento del ser humano, no todos hacen eso, en especial aquellos que la crítica o especialistas consideran literatura “light”, como libros de autoayuda, Bets Sellers genéricos o la novedad biográfica del personaje de la farándula o “influencer”, ya no digamos esas producciones editoriales que publican ciertos políticos, que en su afán de verse más intelectuales, recurren a errores garrafales que sólo exhiben su ignorancia.
Ahora bien, para considerarse un lector habido, este debe ser meticuloso en su contenido: tomar en cuenta el canon literario, desde sus clásicos o contemporáneos, no dejarse llevar por títulos sensacionalistas de noticias “fake” en sitios informativos de dudosa veracidad periodística, y sobre todo generar el pensamiento crítico, producto del bagaje cultural adquirido por el buen hábito.
Eso sí, como lo han dejado en claro los separadores de libros de Gandhi, la lectura no genera mejores seres humanos, ni siquiera la escritura, pero si es un estimulante para la creatividad, la sensibilidad y una manera para preservar los registros de la memoria humana.
Regresando al contexto, la tarea emprendida por el gobernador y el secretario de Educación, es más ambiciosa de lo que parece: el analfabetismo es el daño colateral de muchas carencias sociales, culturales, políticas e históricos, que, al resolver ese problema, deben enfrentar otro desafío aún mayor, del cual deben estar preparados o al menos dejar las bases para generar el hábito lector.