Lo llaman ‘Memocroquetas’; descalifica la marcha y lo apabullan en redes

En una anterior emisión se dijo que es patético el accionar del diputado de la tómbola, Guillermo Santiago, cuando hace videos irrelevantes presumiendo comidas o recorridos, dándose la gran vida, cuando la gran mayoría de los mexicanos y chiapanecos viven en la medianía. Su irresponsable conducta de joven inexperto sale a la luz pública con cada presentación en “vivo” que hace en las redes y donde le llueven improperios.

En esta semana criticó la marcha nacional, minimizó la participación ciudadana que se manifestó por el hartazgo de la violencia e inseguridad en el país, y aun así, el legislador de a peso, sale con cada niñería que como resultado, muestra más las opiniones en contra que la de sus paleros, según los expresan sus mismos detractores.

La más reciente intervención pública del diputado Guillermo Santiago, en la que descalificó a quienes participaron en la marcha del 15 de noviembre en distintas ciudades del país, provocó una oleada de respuestas en redes sociales que desbordaron molestia, desconfianza y una profunda desconexión entre representante y representados. Los usuarios no sólo cuestionaron el contenido del video: cuestionaron, sobre todo, la legitimidad del mensajero.

Lo primero que aparece en los comentarios es una sensación de irrelevancia. “Ni sé quién es este tipo”, dice uno; “ni te pelan, mejor ponte a trabajar”, afirma otro. Antes de entrar al fondo del debate político, los internautas ponen en duda la trayectoria y presencia pública del diputado. El señalamiento es directo: un representante que no ha logrado conectar con su comunidad difícilmente podrá reclamar autoridad moral para juzgarla.

Pronto el tono escala. Varias voces recuerdan realidades que consideran ignoradas por el legislador: “vete a la frontera sur y checa la cantidad de desplazados”. Otros lo acusan de servilismo político —“eres lacayo mientras recibas los beneficios del gobierno”— y de vivir del erario sin responder a las necesidades de Chiapas. Incluso los comentarios sarcásticos se vuelven parte del inventario de críticas: “pero péinate”, “todo sea por las croquetas del bienestar que te dan”.

En la conversación digital destaca un hilo constante: la percepción de oportunismo. Para muchos usuarios, el diputado habría pasado de “luchador social” a político acomodado, transformado por el poder y los privilegios. Lo llaman “fraude”, “palero desvergonzado” y “otro porro que llegó a diputado sin merecerlo”. Tales expresiones, aunque duras, muestran un hartazgo ciudadano con figuras que, según perciben, traicionan las banderas que antes enarbolaban.

Otro sector exige coherencia: si Guillermo Santiago habla de fascismo, señalan, debería también pronunciarse sobre los escándalos de corrupción que rodean al círculo cercano del gobierno. “Que diga su opinión sobre los hijos de AMLO… sobre el petróleo, el Tren Maya, el AIFA”. Lo ven selectivo en sus críticas, y por lo tanto poco confiable. “Discursos trillados”, sentencia un usuario, mientras otro se queja de su “falta de sensibilidad”.

No falta la denuncia de doble moral: “cuando hablas de acarreados, no te vayas a morder la lengua”. Para algunos, acusar de manipulación a los ciudadanos que marcharon es una ironía viniendo de un político formado en estructuras donde el acarreo ha sido parte cotidiana de la movilización partidista. Incluso cuestionan su comprensión de la realidad del país: “qué mala percepción tienes de la realidad social de México”, “te pagan para hacer videos sin sustento”.

Un elemento llamativo es que, pese al alud de comentarios, a dos días de la publicación, el diputado no ha respondido. Para sus críticos, este silencio no es prudencia, sino evasión: “de inicio lo retan a tener una conversación sobre el fascismo, todo de manera respetuosa y profesional. En respuesta, silencio”. La ausencia de diálogo es interpretada como incapacidad para sostener el debate que él mismo inició.

El escepticismo llega incluso al terreno de lo absurdo: algunos usuarios ironizan preguntando si los miles de tuxtlecos que marcharon también fueron pagados por Ricardo Salinas Pliego. Para ellos, la narrativa del diputado infantiliza a la ciudadanía y pretende reducir cualquier expresión de inconformidad a conspiraciones fantasiosas.

En conjunto, las reacciones a los videos de Guillermo Santiago revelan algo más profundo que el enojo inmediato. Exhiben un desencanto generalizado con la clase política, una sospecha permanente hacia quienes hablan desde cargos públicos y una demanda urgente de diálogo auténtico y rendición de cuentas. El diputado quiso descalificar una marcha; terminó enfrentando un retrato crudo de cómo lo perciben muchos de sus propios interlocutores.

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