Las libertades florecen, aún bajo asedio

Juan Carlos Gómez Aranda*

“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre…”

Miguel de Cervantes Saavedra, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

La libertad ha sido el mayor anhelo de los pueblos a lo largo de la historia. Constituye un requisito esencial para el desarrollo colectivo: permite trabajar, crear, formar familia, ejercer ciudadanía y construir sociedad. Es, en suma, uno de los pilares de la realización humana.

Su carácter fundamental quedó asentado en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, que reconoce la libertad como un derecho que no puede ser objeto de transacción o renuncia. Se trata de una facultad amplia: la posibilidad de que toda persona despliegue, a lo largo de su vida, los cursos de acción que desee, con la única limitante de no vulnerar los derechos ajenos.

Desde la caída del Muro de Berlín –por poner un punto de partida, cuando se derribó un símbolo del autoritarismo-– las generaciones contemporáneas han visto expandirse los horizontes de la libertad: pensamiento, conciencia, expresión, creencias, movilidad, conocimiento y hasta la capacidad de imaginar nuevos mundos. Ello ha sido posible gracias a los avances tecnológicos y al fortalecimiento de la vida democrática en muchas naciones.

Sin embargo, este escenario también presenta riesgos. Ante las posibilidades infinitas que ofrece el entorno digital, diversos especialistas advierten sobre la creciente vulnerabilidad de los usuarios frente a un océano de datos no siempre confiables. Se vuelve indispensable desarrollar criterios sólidos para discernir la veracidad de la información que circula en la red. Y, en cuanto a la Inteligencia Artificial, algunos la perciben como una tecnología capaz de restringir opciones, al condicionar decisiones humanas mediante algoritmos que moldean preferencias y comportamientos.

De forma paralela, mientras las libertades florecen, se ven acosadas por viejos y nuevos autoritarismos que aspiran a imponer una imposible unanimidad de pensamiento; por fanatismos que cancelan las diferencias; por la autocensura anidada en el temor, el crimen y la pobreza que todavía lastiman continentes enteros. Paradójicamente, también ocurre que algunos gremios y organizaciones sociales, en la lucha por sus propias y legítimas causas, terminan atentando contra libertades ciudadanas e incluso contra el patrimonio colectivo. Libertad y tolerancia no son bandos opuestos: son principios que se reclaman y complementan mutuamente.

El desafío es evidente. Los pueblos y sus gobiernos deben continuar la marcha hacia los derechos que han movilizado naciones enteras y por los que tantas personas derramaron su sangre, fertilizando con ella los suelos donde germinaron los más profundos anhelos de libertad.

Chiapas, territorio de libertades y referente en materia de seguridad

A casi un año de iniciado su gobierno, Eduardo Ramírez ha logrado que nuevos vientos de libertad vuelvan a soplar en Chiapas, devolviendo tranquilidad a las familias y fortaleciendo el entramado social. Por sus acciones y buena coordinación con las Fuerzas Armadas y las instituciones de seguridad, nuevamente la entidad se posiciona en primer lugar en disminución de diversos delitos y en segundo lugar en disminución de delitos de alto impacto, según información oficial de la Incidencia Delictiva Nacional.

No podría ser de otra manera. En las montañas coronadas de niebla y en las profundas cañadas todavía resuenan los ecos de Matías de Córdova por la independencia de España; las proclamas de Belisario Domínguez en defensa de la libertad de expresión, que lo condujeron al martirio; el pensamiento de Rosario Castellanos, que impulsó el empoderamiento de las mujeres y reclamó para ellas el lugar que la historia les adeuda, y el levantamiento de hace 30 años en demanda de los derechos de los pueblos indígenas. Chiapas es también tierra de libertad de creencias y creciente tolerancia: más de 500 denominaciones religiosas conviven en un marco de respeto.

A once meses de haber iniciado la Nueva ERA, los resultados se traducen en renovada gobernabilidad y el rescate de regiones que, hasta hace poco tiempo, se encontraban capturadas por grupos delincuenciales. Hoy puede hablarse de territorios de paz en los que las familias chiapanecas vuelven a ser libres. 

En este contexto, Eduardo Ramírez avanza con una agenda de profundo sentido humanista. Se trata de colocar en el centro del quehacer gubernamental a las personas y a las familias, para que vivan sin miedo en un entorno propicio para el trabajo, el conocimiento, la armonía y el bienestar. Solo así los chiapanecos podrán ver realizados sus anhelos de justicia social y Chiapas será más rico por su pluralidad social y cultural.

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