La retórica de la OTAN sobre Rusia es paranoica, no prudente

Anatol Lieven

Esta semana, el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, ha declarado que «somos nosotros [la OTAN] el próximo objetivo de Rusia. Y ya estamos en peligro». Advirtió que «debemos estar preparados para una guerra de la misma magnitud que la que sufrieron nuestros abuelos o bisabuelos». Pero, ¿es que realmente se lo cree?

Si no es así, entonces les está mintiendo deliberadamente a los electores democráticos occidentales y envenenando el debate público. Pero es aún más preocupante si realmente se lo cree. Sería una prueba de que las élites de seguridad europeas han caído en una histeria paranoica impermeable a la racionalidad.

Debemos esperar que no se lo crea. Porque, aunque Rutte se equivoca al sembrar la alarma, tiene razón en que Europa necesita reforzar sus defensas. Y se puede argumentar que, dado el estancamiento económico europeo y las agudas presiones presupuestarias, la única manera de conseguir que los electores gasten más en el ejército es convencerlos de que el oso ruso viene a por ellos.

Sin embargo, incluso en lo que respecta al rearme, exagerar la inminente amenaza rusa entraña peligros. Con ello se fomenta la prisa por gastar dinero rápidamente y, como demuestra la tragicómica historia de las compras militares británicas durante la última generación, las razones de nuestros problemas con la fabricación de armas van mucho más allá de la falta de dinero.

Dejando a un lado los asombrosos niveles de negligencia e incompetencia (y la aparente incapacidad de nuestros sistemas para responsabilizar siquiera a un alto mando o funcionario), el Reino Unido y la mayoría de los países europeos han permitido que nuestras bases industriales se reduzcan hasta el punto de que ya no pueden sostener sectores militares eficientes. Reconstruir nuestras industrias llevará muchos años. Mientras tanto, invertir enormes cantidades de dinero en armas supondrá un enorme desperdicio y retrasos, o simplemente comprárselas a los Estados Unidos.

Y esto resulta innecesario. Porque la idea de un ataque deliberado y premeditado de Rusia contra la OTAN «en un plazo de cinco años» es sencillamente una tontería. El presidente Vladimir Putin ha negado repetidamente cualquier deseo o motivo para atacar a la OTAN, a menos que Rusia se vea atacada primero. Al menos en esto, hay razones para creerle.

El año pasado, funcionarios y expertos rusos me insistieron en que las amenazas de Rusia contra la OTAN tenían por objeto disuadir a la Alianza de involucrarse directamente en Ucrania. Temiendo una escalada nuclear, un funcionario afirmó: «Mire, el objetivo de todas estas advertencias […] ha sido impedir que la OTAN se una a la lucha en contra nuestra en Ucrania, debido a los terribles peligros que ello conlleva». Y añadió: «¿Por qué, en nombre de Dios, íbamos a atacar nosotros mismos a la OTAN y provocar esos peligros? ¿Qué podríamos esperar ganar? ¡Es absurdo!».

¿Y de dónde se supone que Rusia va a sacar un ejército adicional? A menos que Ucrania se derrumbe por completo, el volumen del ejército ucraniano en tiempos de paz que propone Moscú es de 600.000 hombres, presumiblemente respaldados por numerosos reservistas. Si Rusia ataca a la Alianza, Ucrania sin duda aprovechará la oportunidad para intentar recuperar su territorio perdido.

Además, cualquier ataque de este tipo por parte de Rusia contradiría por completo su estrategia política hacia Occidente, que consiste en profundizar las crecientes divisiones tanto entre los Estados Unidos y Europa como entre las instituciones europeas y las oposiciones populistas de derecha e izquierda. Cualquier ataque directo de Rusia contra la OTAN arruinaría esta estrategia al reunificar a Occidente en su contra. ¿Por qué habría dedicado Moscú tantos esfuerzos a cortejar a Trump sólo para acabar enfrentándose a él o a su sucesor con una elección entre la guerra o una retirada humillante?

¿Y qué podría esperar ganar Rusia en comparación con los enormes riesgos que ello conlleva? Aparte del peligro de una escalada de guerra nuclear, la guerra de Ucrania ha demostrado la inmensa superioridad contemporánea de la defensa. Rusia ha desarrollado nuevas armas y tácticas, pero ninguna que suponga un avance decisivo. Moscú no puede esperar ganar una guerra de desgaste contra los países de la OTAN, cuyo PIB combinado es más de veinte veces superior al de Rusia. Por lo tanto, sería fácil para la OTAN adoptar una postura defensiva en los Estados bálticos y el este de Polonia, lo que haría que cualquier ataque ruso resultara inmensamente costoso para Putin.

Dicho esto, existe, por supuesto, un riesgo real de que los enfrentamientos o accidentes puedan conducir a una espiral involuntaria hacia una guerra directa. Esto podría comenzar, por ejemplo, con la incautación por parte de Europa de cargamentos rusos en alta mar, lo que daría lugar a enfrentamientos navales y al bloqueo por parte de la OTAN del enclave ruso de Kaliningrado. Pero eso es un argumento a favor de la prudencia, no de la paranoia. Las descabelladas exageraciones pronunciadas por Rutte y otros como él van en contra de esa prudencia y hacen más probable un desastre involuntario.

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