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Aquella mañana del 19 de septiembre de 1985, era un día cualquiera: la rutina
habitual de muchos capitalinos transcurría, hasta que un aparente movimiento
telúrico, insignificante en los primeros segundos, comenzó a hacer estragos: no
sólo el piso y demás cosas se movían estrepitosamente, de pronto los edificios
comenzaron a derrumbarse.
De pronto, ese día normal se convirtió en una pesadilla para los habitantes de la
Ciudad de México, su cotidianidad era un escenario catastrófico: casas, edificios,
escuelas y caminos eran polvo y escombros; de pronto, la ciudadanía estaba en
pánico, tras esos derrumbes muchas personas no sólo perdieron su patrimonio,
también a seres queridos, familiares y amigos, quienes debajo de los escombros
se encontraban y literalmente, se los tragó la tierra.
Ambulancias, el ejército, bomberos y demás autoridades correspondientes fueron
al llamado; lo cierto es que no estaban preparados para afrontar los alcances de
esa tragedia, el terremoto los rebasó y todo esfuerzo institucional fue insuficiente.
Por otro lado, el gobierno del presidente de México, Miguel De la Madrid Hurtado,
con gran frivolidad se resguardó en Los Pinos, si bien atendió y fue a ver el
desastre, su presencia no fue la de un líder, sino que ya mostraba el cansancio e
inoperancia de un gobierno indiferente con el pueblo.
Claro, de esta situación sacaron ventaja y no para fines electorales, sino para que
su secretario de Hacienda, mismo que un documental de Clío TV a cargo de
Enrique Krauze, pudieron justificar la declive económica que ya venían arrastrando
desde la crisis económica de 1982, de esta forma, citando una frase más reciente
“les cayó como anillo al dedo” esta tragedia para justificar el nulo desarrollo del
país.
Estas actitudes mostraron la apatía y frivolidad de un sistema que a finales del
siglo XX cayó, pero en ese entonces, el hartazgo social tomó fuerza, no el voto
que se reflejaría en 1988, sino en la resilencia, unidad y solidaridad del pueblo.
Además, este terremoto demostró los alcances y estragos de la corrupción y la
explotación laboral: muchas casas o edificios derribados, tiempo después se
demostró que su construcción se realizó con materiales de baja calidad y a
sobreprecio, y eso que eran edificaciones recientes, en contraste con inmuebles
que llevaban décadas de haberse erigido; por otro lado, la precariedad
empresarial relució más que nunca, ya que el caso de las costureras de San
Antonio Abad demostraron la precariedad laboral, la indiferencia de los patrones y
la clandestinidad con lo que estas empresas operaban.
Ante la mencionada falta de capacidad de las instituciones a fines, esa tragedia
que mostró varios aspectos de la vileza humana, también puso a prueba la unidad
mexicana: en este sentido, los sobrevivientes y la misma sociedad civil tomó las
riendas para poder rescatar a algunas personas que se encontraban con vida
debajo de los escombros y ayudar con viveras y demás insumos a los
damnificados.
Las imágenes de la tragedia recorrieron el mundo, pero lo más admirable sin duda
fue el espíritu de los ciudadanos para ayudar al otro, que también fueron virales en
ese entonces. Si bien las autoridades acudieron, en este caso el mismo pueblo les
comió el mandado.
Desde luego, después de la tragedia, las cifras se maquillaron aminorando el
número de muertos que, según lo expuesto por el propio Miguel de La Madrid,
fueron apenas miles, mientras “otros datos” señalaban que fueron más de diez mil
muertos, sin tomar en cuenta las personas que desaparecieron y no se supo nada
de ellos tras la tragedia.
El hecho en sí dio pauta a que surgiera una nueva dependencia: Protección Civil,
que, a partir de entonces, fueron quienes se encargaron de proteger a la población
ante cualquier desastre natural y a los gobiernos en turno los enseñó a ser más
precavidos.
Sin duda el 85, marcó muchas pautas, al menos en lo institucional y en las
supersticiones de la gente, la cual asume que en septiembre “retiembla en su
centro la tierra” tal y como lo emite una estrofa del himno nacional.
32 años después, como si se tratará de un deja vú, en 2017, precisamente luego
del simulacro que se hace en conmemoración de esa fecha, esta vez al mediodía,
se repitió la tragedia: con mayor cinismo, cierta televisora y las redes sociales
lucraron con la tragedia de la ficticia niña Frida, para distraer a la población de los
estragos y malestares políticos y sociales de esos días.