Pareciera que la banalidad, el desprecio por las formas de la política, incluso del
sentido común, se pierden en un país que no sabemos a ciencia cierta a dónde se
lo quiere llevar, en un espacio donde la presidenta Sheinbaum entremezcla
mensajes y señales y donde el resto de los actores, hasta los menores, hacen lo
que se le da la gana.
La Presidenta viajó ayer a Calgary, en Canadá, a su primera reunión del G7,
donde se reunirá, por primera vez, con el presidente Trump. Como están las cosas
en la relación bilateral no me puedo imaginar nada más importante para ella desde
el inicio de su gestión que este encuentro. Trump no estará tranquilo: tuvo su
desfile en Washington, bastante desangelado dicen las crónicas, al tiempo que
cientos de miles realizaban manifestaciones en su contra en todas las grandes
ciudades del país.
Las protestas continúan en Los Ángeles y otras ciudades, al tiempo que el propio
Trump tuvo que reconocer que detendrá las redadas que afectan al sector
agrícola, de hoteles y otros negocios de servicios, porque están afectando
seriamente la operación de los mismos. Pero llega Trump al G7 con una
preocupación mayor, un sujeto al que nadie puede acusar de ser un migrante,
Vance L. Boulter, con formación militar, mató en Minneapolis, en su domicilio, a la
legisladora demócrata Melissa Hortman y su esposo, y en otro ataque dejó mal
heridos el senador estatal John Hoffman y su esposa, en acciones de evidentes
intenciones políticas como dijo el gobernador Tim Waltz. La polarización saltó de
las calles a los asesinatos.
En el G7, donde están los países más poderosos del mundo, el tema serán los
aranceles, las guerras comerciales y en forma destacada el conflicto Israel-Irán,
entre otros temas, incluyendo la guerra en Ucrania. Todo eso como parte de la
reconfiguración global que impone el gobierno de Trump. De entre los invitados a
la cumbre será importante lo que tengan que decir de estos temas India, Brasil y
México.
Para afrontar todos esos desafíos y encuentros, la presidenta viajó en vuelo
comercial, con escalas, a Calgary (lo que absolutamente ningún otro mandatario
ha hecho, no porque sean más ostentosos o de países más ricos que México, sino
simplemente por seguridad y posibilidades de operación, para seguir en contacto
con su equipo, incluso para seguir trabajando recibiendo llamadas y videos, y para
llegar más descansados). La presidenta llegará cansada después de un largo
vuelo con escalas y sin posibilidades de trabajar en el trayecto y al otro día tendrá,
desde temprano, actividades.
Como, además, hay que demostrar que no se va al exterior por capricho, en una
herencia sin sentido más que le debemos a lópez Obrador, tuvo que estar viernes
y sábado en giras, en las cuales, por cierto, la Presidenta ya no usa vuelos
comerciales; viaja, como debe, ser en aviones o helicópteros de la fuerza aérea
mexicana. ¿Por qué a Canadá llegará en vuelo comercial en un gesto que no
despertará más que curiosidad (y un poco de lástima) entre sus contrapartes?. En
esas giras de viernes y sábado dijo que iría a Canadá acompañada “por todo el
pueblo de México”, que va a Canadá a “defendernos”, que no aceptará
“subordinación”.
Ninguna de sus contrapartes en el G7 dijo algo parecido antes de viajar a lo que
consideran una actividad más. Estamos hablando de una cumbre de mandatarios
donde toda esa retórica no tiene sentido, para ninguno, y en la que importan las
posiciones que se asuman y que tienen interés global, el contacto con sus
homólogos, que se participe de una agenda internacional sensata, que quede
claro, en nuestro caso, que nos ubicamos en América del Norte y que tomemos
distancia con los regímenes autoritarios del mundo, desde Irán hasta Rusia. De
eso hay que hablar y de eso le hablarán. Espero que tenga respuestas en esos
temas.
Pero al mismo tiempo se desarrollaba una comedia de enredos que demuestra
cómo están sueltas muchas cuerdas del poder en Morena, y como casi siempre
juegan en contra de la Presidenta. La consejera de Morena Melissa Cornejo, como
ya sabemos la semana pasada escribió que Estados Unidos se podía meter su
visa en el culo. Melissa participa de los equipos que maneja Abraham Mendieta, el
esposo de Andrea Chavez y que responde a Jesús Ramírez. El subsecretario de
Estado, Christopher Landau, le contestó que le quitaría la visa antes de que eso
ocurriera, pero descubrió que la joven ni visa tenía, la puso en ridículo, y
aprovechó para recordar que su gobierno no aceptaría a quiene defienden la
violencia.
La Presidenta se desmarcó de Melissa, le aconsejó a sus partidarios que
trabajaran con la gente y que no usaran las redes sociales para esos temas.
Siempre sensato, el hijo mayor de López Obrador, José Ramón López Beltrán,
escribió en la red X, que apoyaba a Melissa y criticó al subsecretario y ex
embajador Landau, en un mensaje que muchos vieron, por el tono y lo escrito con
fuerte aroma a Palenque y que, en los hechos dejaba mal parada a la Presidenta
que se acababa de reunir con Landau y había pedido que no se usaran esos
mensajes.
En síntesis, en Morena hay muchos que están jugando sus propias cartas,
incluyendo los hijos del ex presidente. Al mismo tiempo en el equipo presidencial
nadie opera ni adopta el papel de consejero con peso y sensatez, haciendo que la
mandataria asuma que existan diferencias y que comenzó una nueva etapa de
gobierno, y que ella misma en su narrativa, en su discurso y su accionar
demuestre que no acepta la herencia del pasado como un todo. La cumbre del G7
era una buena oportunidad para hacerlo. Ojalá que hoy en el encuentro con Trump
y otros líderes se pueda dar una vuelta de tuerca a esa imagen.