Agencias. – Como era de esperarse, la noticia ha polarizado las redes sociales y la opinión pública. Por un lado están aquellos que, con la dureza que a veces caracteriza al público de realities, critican a Cortés por «no aguantar» y por las consecuencias económicas que esto genera para la producción. La tachan de poco profesional y de haber «tirado la toalla» fácilmente. Por otro lado, una ola de apoyo ha inundado las plataformas digitales. Famosos y seguidores han aplaudido su decisión, argumentando que ninguna cantidad de dinero o fama vale más que la salud mental de una persona. La empatía ha sido la protagonista en este bando, destacando un mensaje público de Jolette – la exparticipante de «La Academia» -, que también tuvo roces con Lola en el pasado, pero que ahora le envió un mensaje de solidaridad que conmovió visiblemente a la actriz, demostrando que en temas de salud, las viejas rencillas quedan de lado.
La «Jueza de Hierro» ha mostrado su lado más vulnerable. Lola Cortés abandonó el reality show de TV Azteca – «La Granja VIP» -, el pasado domingo 9 de noviembre, sumida en una crisis de salud mental que la obligó a priorizar su bienestar sobre las exigencias del programa y las posibles consecuencias contractuales. Su salida no solo ha generado un cisma de opiniones, sino que también ha puesto sobre la mesa el delicado tema del cansancio emocional y los ataques de pánico que pueden llegar a experimentar los participantes dentro del encierro – entre otros aspectos, como la convivencia cotidiana permanente, etc. – en los formatos de telerrealidad.
Visiblemente conmovida y al borde del colapso, Lola Cortés pidió su salida inmediata del programa, a pesar de los intentos de figuras como Adal Ramones por hacerla reconsiderar su decisión. En sus primeras declaraciones tras el abandono, ofrecidas en el programa «Venga La Alegría», la actriz y cantante explicó a detalle la naturaleza de su padecimiento.
Cortés padece un trastorno de ansiedad generalizada que, en su caso particular, deriva en severos episodios de claustrofobia y ataques de pánico. Relató que el encierro, el aislamiento y la presión emocional dentro de la granja intensificaron estos síntomas a niveles insostenibles. «He tenido más ataques de pánico en cuatro semanas que desde que me lo detectaron», reveló. Explicó que este trastorno le impide producir serotonina, el regulador natural del estrés, y describió la enfermedad como «fantasma» o «intangible», difícil de comprender para quien no la padece. Sus hijos, Mariano y Darina, también se pronunciaron, confirmando que conocen bien la condición de su madre y por eso urgían a que saliera del programa antes de que la situación empeorara.
La salida voluntaria de la estrella de teatro musical, activa automáticamente las cláusulas de incumplimiento de contrato, lo que conlleva fuertes sanciones económicas por lo que al parecer, se viene una multa millonaria en el horizonte. Durante la emisión del programa «Ventaneando», se confirmó que la producción de TV Azteca evaluará las medidas contractuales; aunque la cifra oficial no ha sido confirmada por ninguna de las partes, versiones no oficiales y rumores en medios especializados sugieren que la multa podría ascender a cerca de 50 mil dólares, una cantidad que en pesos mexicanos se aproxima al millón de pesos (aproximadamente 915 mil pesos). La decisión de Cortés implica que está dispuesta a asumir este costo con tal de salvaguardar su estabilidad emocional y poder regresar a su pasión, el teatro.
Mientras la polémica por la multa y la salud mental sigue su curso, la producción debe llenar el vacío que dejó una de las participantes más fuertes. Han surgido especulaciones sobre quién podría ocupar su lugar en la granja. En redes sociales, internautas y seguidores del programa han mencionado a la expareja de Jawy Méndez (otro participante que fue eliminado), como una posible candidata para entrar a la competencia.
La salida de Lola Cortés marca un precedente importante en la televisión mexicana y el debate público, no se ha hecho esperar; entre la crítica y el apoyo empático, poniendo el foco en un tema que a menudo se ignora detrás del brillo de las cámaras: la salud mental de los participantes en formatos de telerrealidad. La «Jueza de Hierro» demostró que incluso las figuras más fuertes tienen límites, y que a veces, la batalla más importante se libra lejos del prime time y los reflectores.




