El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, se ha extralimitado en sus
funciones, con claras violaciones a los derechos humanos, y lo más grave, contra
la niñez y adolescentes que nacieron, crecieron y viven en aquel país, pero que su
delito es ser descendientes de hombres y mujeres de México.
El status de ser el hombre más poderoso del mundo, al conducir los destinos de la
nación que aún sigue siendo líder del planeta, representa una serie amenaza para
los inmigrantes de toda América Latina y de Sudamérica, que lograron pisar y
mantenerse en tierras norteamericanas.
A la decisión tomada por parte del gobierno estadounidense de deportar a
menores de edad, que independientemente de estar de forma legal en aquel país,
la expulsión, multas y procesos penales están a un paso de ejecutarse, pese a
que la autoridad judicial de aquella nación ya dijo que es ilegal.
Esta situación que vulnera los derechos humanos y coarta la garantía de
supervivencia para subsistir de los infantes y adolescentes, sí que es una situación
grave, delicada y hasta cierto punto, terrorífica.
Quienes se espantan de la violencia, de las muertes que el crimen organizado
provoca por ataques directos o de forma indirecta contra menores de edad,
deberían reconocer que la medida del mandatario mexicano es de una bajeza
mayor, de un hombre sin sentimientos, y esta acción no quiere decir que esté
enfermo de poder, sino que sus prácticas hacia la vida social de las personas son
arcaicas, de la época de prehispánica.
«Es hora de que salgas de Estados Unidos», inicia una de las cartas dirigidas a los
menores, enviadas por la administración de Donald Trump. Mas descabellado que
esta situación no podría esperarse y confirma que algo está muy mal en quienes
gobiernan aquella entidad.
En las cartas enviadas a los domicilios donde viven los niños y niñas que entraron
de manera legal, se lee que el Departamento de Seguridad Nacional acepta que
les concedió un permiso de entrada condicional por tiempo limitado, pero que
ahora está ejerciendo su discreción para revocar o ya ha revocado dicho permiso.
La amenaza no puede ser más veladas que este enunciado de advertencia: «Si no
sales de Estados Unidos de inmediato, estarás sujeto a posibles medidas
policiales que resultarán en tu deportación. No intentes permanecer ilegalmente en
Estados Unidos; el gobierno federal te encontrará».
El hecho se explica de esta manera: los niños cruzaron la frontera sin sus padres,
recibieron estas cartas de deportación, todos ellos ingresaron legalmente en 2014
bajó un programa humanitario como «menores no acompañados, y posteriormente
se reunieron con sus padres indocumentados u otros familiares en Estados
Unidos”.
Lo grave es que por la forma en que ingresaron impide que sus padres los
representen legalmente en un tribunal de inmigración, dejándolos dependientes de
abogados defensores cuyos recursos han disminuido. Los abogados de los
inmigrantes denuncian un desmantelamiento silencioso del sistema. Según una
ley contra la trata de 2008, el Gobierno debe ofrecer asistencia legal y garantizar
la repatriación segura de los niños.
Un tribunal de apelaciones de Estados Unidos declaró «inconstitucional» y confirmó
un bloqueo nacional a la orden ejecutiva del presidente del país, Donald Trump,
que busca poner fin a la ciudadanía por derecho de nacimiento para los hijos de
los inmigrantes.
Pero ante ello, se duda que el gobierno de Trump haga caso a la medida jurídica.
Este desenlace seguramente lo tendrá muy presente el gobierno de la Cuarta
Transformación, pues desde hace siete años, tiempo en que tomó las riendas del
país Morena, las decisiones que han realizado algunos tribunales del país han
sido ignoradas por los poderes Ejecutivo y Legislativo.
De ahí que la situación se torna en un concepto más que criminal, porque son
niños y niñas, personas indefensas que están a un paso de quedarse sin padres y
tendrían que ser deportados, pues a Trump le importa un bledo lo que hagan sus
detractores ya que acudirá al Tribunal Supremo, donde apelará y donde le darán
la razón al tener mayoría de incondicionales.
La presidenta de México externo su rechazo a esta medida, pero es lógico que no
podrá hacer nada en caso de concretarse la deportación masiva de los menores y
aunque haya la voluntad de apoyarlos por parte del gobierno mexicano, ya no es
lo mismo.
La degradación y convivencia social está al límite. Ojalá las protestas
generalizadas hagan entrar en razón al magnate norteamericano, pero en verdad
que está en “chino”. La importancia en su máxima expresión.