Editorial
Uno de los acontecimientos más importantes en la historia moderna de México y
que repercutió en Chiapas, sin duda fue la “Expropiación petrolera”, que en su
momento representó un golpe certero a los ideales de la revolución, lo cual no sólo
era una cuestión de soberanía energética y un gran beneficio al patrimonio
nacional, era la oportunidad de acabar con las carencias históricas de sectores
marginales.
A casi un siglo de este hito logrado por Lázaro Cárdenas, la soberanía energética
y la resolución de las desigualdades económicas a través de la venta del crudo y
sus derivados, quedaron lejos, en contraste con las potencias árabes que en
pocos años lograron un crecimiento industrial faustoso.
Si bien en los primeros años de expropiación se creó una de las paraestatales
más importantes del gobierno mexicano: Pemex, que contribuyó al “milagro
mexicano” en la segunda mitad del siglo XX, también fomentó lo peor, sobre todo
en la corrupción: el sindicalismo y la burocracia, misma que la han llevado a crisis
financiera como la suscitada en los años 80 de la mano de José López Portillo y al
enriquecimiento ilícito de personajes infames como Joaquín Hernández Galicia “La
Quina” y Carlos Romero Deschamps.
Claro, en la actualidad y ante una crisis ambiental, la cual establece que la
generación de energía a través de combustibles fósiles no sólo es arcaica sino
contraproducente para las futuras generaciones. En este sentido, la “Reforma
Energética” propuesta por Enrique Peña Nieto durante la década pasada revirtió
ese acontecimiento, evidenciando la rapiña y desde luego, intereses de las
transnacionales en nuestros recursos, sin impórtales nuestra soberanía y el futuro
ambiental.
Ya con la Cuarta Transformación en el poder, que revirtió este mandato, para
regresarle esa autonomía a nuestro crudo, con ella la compra de una refinería en
Estados Unidos y la construcción de Dos Bocas, permitirían una autosuficiencia,
muy necesaria en esta guerra arancelaria, pero al final, la poca productividad de
estos centros industriales, poco o nada aportan a la dichosa soberanía.
Ahora bien, lo anterior se queda corto con las deudas históricas que la
expropiación petrolera debió resolver, por ejemplo, la zona norte de Chiapas, en
especial los municipios como Reforma, donde se extrae una considerable cantidad
de crudo, la cual aporta a las arcas de la federación, pero con poca o nula
remuneración hacia el estado, no digamos el propio municipio, que está
padeciendo la contaminación de sus aguas y refleja la desigualdad, en contraste
con la benéfico que puede ser esa actividad comercial para sus pobladores.
En esta casa editorial, hemos publicado todo lo relacionado a los megaproyectos
que, sin duda, generaran una rentabilidad industrial en Chiapas, como lo es el
Tren que pasará por el Soconusco, que a su vez traerá una red de gaseoductos y
oleoductos; pero, si sólo benefician a unos pocos, no hay un estudio ambiental o
con ello no se resuelve las desigualdades, da lo mismo la soberanía o la
intromisión de empresas extranjeras que poco o nada dejan en nuestro país.
Aquella iniciativa por el Gral. Cárdenas que fue un gran acierto en aquellos años
de incertidumbre económica y social en México y el mundo, también fue la suma
de voluntades, donde los mexicanos dejaron a un lado sus diferencias en beneficio
mutuo; según las crónicas de la época, gente humilde y de bajos estratos sociales
dieron lo poco que tenían para que intereses extranjeros no nos quitaran nuestros
recursos.
En estos tiempos modernos y en retrospectiva con la expropiación, es preciso
reconocer la importancia de nuestra soberanía energética, sobre todo por el tema
de seguridad y para no estar a merced del país vecino. Si bien aún no hemos
establecido una transición de combustibles fósiles a energías limpias, es necesario
plantearlo, ya ante esta crisis ambiental, tenemos que dejar condiciones aptas
paras las generaciones venideras.