Tras el estruendoso combate que las fuerzas policiacas en sus niveles local,
estatal y federal han realizado contra los bandos criminales que tenían asoleado a
Chiapas, hoy el secretario de Seguridad del Pueblo, Oscar Alberto Aparicio
Avendaño, no dudo un segundo para decir que “los golpes bajos” quieren
desacreditar el trabajo efectivo hasta hoy logrado.
Y en esto de luchar a brazo partido para brindar seguridad al pueblo de Chiapas,
no es algo que se esté inventando en cuanto a números, pues la promesa que
hiciera el hoy gobernador Eduardo Ramírez Aguilar cuando semanas antes de
asumir el poder, hacía el compromiso de erradicar los tragos amargos que la
ciudadanía sufría en carne propia, han sido no sólo eficaces, sino una realidad.
Cierto, hay que reconocer que este boom no es fácil de combatir y menos de
erradicar, pues los intereses y la corrupción ha sido tan grave, que la detención de
56 policías del municipio de Cintalapa, son una muestra de que los grupos
delincuenciales continúan teniendo el control de algunos sectores.
En Cintalapa, para nadie es un secreto, que algunas autoridades municipales
andan en malos pasos, eso lo sabe la autoridad estatal y federal, y, claro, los
servicios de inteligencia, y por tanto, no dude que en cuestión de días o semanas
puedan darse a conocer operaciones sorpresas que destaparán los hilos de
corrupción.
El secretario de Seguridad Pública en las últimas dos semanas ha sido objeto de
ataques a su persona, cuestionando sin pruebas, hechos irrelevantes, que, se
entiende, tienen como finalidad, crear o generar un caos dentro de la sociedad.
Influir miedo es la principal función de quienes hoy se sienten afectados en sus
intereses.
Aparicio Avendaño asegura que algunas páginas electrónicas “aliadas” a los
grupos criminales tienen esa función, pero no lo podrán lograr, y seguramente
tiene razón porque en Chiapas son más los buenos que las personas malas.
La pasada administración pecó por no mover un dedo para garantizar tranquilidad
y paz en el territorio chiapaneco, y justo por ello, hoy los señalamientos y las
rechiflas tienen nombre y apellido.
Los contrastes son abismales, mientras que en el pasado la policía infiltrada en los
cuerpos policiacos servía de enlace para cometer los delitos, hoy la preocupación
central del gobierno es blindarse con equipos que puedan contrarrestar los
embates aislados que aún persisten en algunas zonas del estado.
La inversión millonaria para darles mejores sueldos a los agentes es un gran paso,
que, junto con la adquisición de armamento, de helicópteros, drones y equipos de
tierra, hacen que la respuesta a los embates delincuenciales sean exitosos.
Aunque hay algo que preocupa y que el mismo secretario de Seguridad del Pueblo
debe tener muy en cuenta y que le debe ocupar resolver a la brevedad posible: no
más abusos de algunos elementos que pisotean los derechos de la ciudadanía.
No basta con enfrentar a los “malosos”, sino que también se tiene el problema
grave, porque así hay que decirlo, que dentro de la corporación policiaca haya
más elementos que gusten de abusar del poder y de la fuerza, para dizque “poner”
orden.
Este reducto de ignominia tiene que terminar y esa difícil tarea tiene que
emprender el secretario porque los buenos modales y principios deben impulsarse
desde casa y en este caso, desde la propia corporación.
La violencia no puede regresar otra vez, la incidencia de delitos ha bajado y no se
requieren cifras maquilladas para entenderlo, pues la percepción de inseguridad
puede palparse al instante. Los buenos resultados han dado confianza y el
agradecimiento ciudadano es real, pero no por ello hay que bajar la guardia, al
contrario, esto apenas comienza y los estirones estarán a la orden del día.
Por lo pronto es meritorio el trabajo realizado en apenas ocho meses, donde lo
principal, independientemente de las detenciones de personajes o el
aseguramiento de droga o armamento, es que la paz ha retornado a los
municipios donde la gente prácticamente estaba auto secuestrada. Ojalá el ánimo
no decaiga y los buenos resultados continúen.