Hay historias que entristecen a toda la familia, que enlutan corazones y todo por
los excesos que, en su mayoría provocan jóvenes que no superan los 30 años en
promedio, al conducir unidades vehiculares en estado alcoholizado, por alguna
droga o peor aún, por las prisas y por la forma tan desembocada o atrabancada al
momento de manejar.
El reportaje del lunes que el equipo de Diario Media Group presentó a través de
estas páginas y en su versión digital, son elocuentes para corroborar que la
insensatez, imprudencia y la temeridad con la que algunas personas conducen
llevan a la desgracia a terceros.
En el caso de Tuxtla Gutiérrez, los libramientos Norte y Sur y el tramo carretero
que comunica a Tuxtla con Chiapa de Corzo, así como la mal llamada súper
carretera o autopista a San Cristóbal de Las Casas, son los escenarios donde más
se producen los accidentes mortales o si “bien” les va, deja lisiados a muchos de
ellos, con secuelas donde la familia enfrenta calvarios que los dejan en
bancarrota, en la ruina.
El trabajo periodístico de los reporteros muestra una realidad cruel que se vive día
a día y que pareciera que no hay para cuándo bajarles a las estadísticas que año
con año se elevan. La falta de conciencia, la escasa educación vial al manejar, y
también la necesidad de trabajar a marchas forzadas, contra el tiempo, son
factores que fomentan estos desenlaces mortales o muy desagradables.
Un alto porcentaje se presenta en jóvenes que andan de fiesta al volante, sin el
menor respeto por su vida y de terceras personas. El famoso conductor designado
no aplica o, mejor dicho, no funciona cuando se trata de traer a amigos o
familiares embriagados.
La autoridad tiene que aplicar medidas que conduzcan a no exponer en peligro la
integridad de los ocupantes de una unidad automotora, y no sólo andar haciendo
rondines o aparcarse en lugares estratégicos, “cazando” a la juventud que sale de
la zona de antros, para estafarlos porque eso de que impongan multas no aplica
porque les quita tiempo y la noche es corta para sus fines aviesos.
El trabajo periodístico nos abre el panorama cuando se asienta que en cada
estadística hay una historia. “Una historia de un joven que truncó sus sueños. Una
historia de una mamá que ya no puede escucharlo. Una historia en casa, una silla
vacía”, y sí, es un tema tan complejo que no creemos que tenga una solución en el
corto tiempo donde la autoridad intervenga con acciones concretas y definitivas.
Situaciones dolorosas porque el causante de la desgracia huye, salva su vida y
como ladrón, corre para no asumir una responsabilidad que provocó el alcohol, la
droga. Las demandas judiciales son engorrosas, traumáticas para la familia.
Hay historias tan desagradables que la familia retoma el mundo de la
“rehabilitación emocional”, generando asociaciones o fundaciones que intentan
dejar visibles ejemplos de muerte que no quieren que se enfrenten en otros
hogares. Su labor en loable, encomiable, pero no basta porque sin recursos sólo
tendría oportunidad de éxito en su cuadra, en su colonia, pero no más allá.
Si bien las autoridades de Tránsito y Vialidad aplican operativos alcoholímetros a
cuadras de las zonas de bares, no tienen la capacidad ni las unidades y personal
suficiente para checar los cientos de cantinas clandestinas que operan en la
capital chiapaneca, donde los parroquianos, los ‘clientes’ salen hasta el tope de
copas, convirtiéndose en un peligro para la población que se encuentra a su paso.
Estos son en parte los problemas, no hay rigidez en la ley. Los supervisores andan
muy gallitos en los parques, en las ferias, levantando infracciones a los locales
que se pasan un minuto vendiendo trago, pero no sancionan a los que violan la ley
en el pago de impuestos por la venta de trago.
El tema de la expedición de licencias debe regirse en la transparencia y la
autoridad debería cancelar a quienes sean reincidentes en los percances cuando
la responsabilidad del accidente recaiga en su persona. Se tienen conductores de
colectivos, principalmente, que todos los días juegan con su suerte y con la
integridad de sus pasajeros.
En realidad, hay mucho que hacer para resolver y en ello no hay que olvidar que
se tiene que regularizar la expedición de servicios que ofrecen empresas que les
exigen a sus motociclistas entregas en tiempo récord. No debe seguir así y en
todo caso, hay que ir pensando en retirar las concesiones.
Capacitar está bien, pero se requiere la comunión de toda la sociedad, de los
prestadores de servicios, del gobierno, de los conductores. Ojalá que las tareas de
concientización que hace Diario Media Group con sus trabajos periodísticos hagan
pensar un poco a la autoridad que esto no debe continuar con el “Dios mío en la
boca”.