Editorial

Seguridad del Pueblo, básica para la paz de Chiapas

Para los chiapanecos es sabido que la administración anterior dejó mucho que desear en materia de seguridad. No se trata de decir mentiras ni de desprestigiar a quienes antes se encargaban de la seguridad pública en la entidad; sin embargo, la herencia maldita que se recibió motivó a que la administración vigente hiciera maroma y teatro para tratar de enderezar este sector, base principal para que el desarrollo, el bienestar y, principalmente, la paz y la armonía social pudieran consolidarse y permitir visualizar, ahora sí, un destino mejor en todos los ámbitos.

Antes no se podía salir a ninguna parte del estado y, si se hacía, era con el temor de ser asaltado o, peor aún, secuestrado, despojado del vehículo o incluso con el riesgo de no poder regresar. Las desapariciones, secuestros y enfrentamientos estaban a la orden del día.

Los bloqueos eran una constante y el miedo corría entre los chiapanecos ante la posibilidad de quedar atrapados en algún desaguisado protagonizado por organizaciones sociales, maestros, los propios pobladores que exigían paz, o incluso por grupos delincuenciales que sometían a la ciudadanía para impedir que las fuerzas armadas llegaran a los territorios donde tenían “jurisdicción”.

Fue un pasado oscuro, muy negro, que se normalizó hasta la saciedad debido a que el mismo gobierno hacía como si en Chiapas no pasara nada. El miedo, insistimos, era el pan de cada día y no había poder humano que convenciera a la autoridad de actuar en consecuencia para que la paz retornara.

No son discursos banales ni inventados. Las pruebas están en los homicidios y demás hechos que nutrían la nota roja en diarios impresos y medios de comunicación tradicionales como la radio y la televisión, los cuales aumentaron a tal grado que incluso las páginas virtuales surgidas desde el sexenio pasado no se daban abasto para reportar los incidentes sangrientos.

Hoy, hay que reconocerlo, el panorama pinta distinto. A un año de la llegada de Eduardo Ramírez Aguilar, su palabra empeñada se ha cumplido. Los grupos criminales, si bien no han desaparecido, vieron reducido su margen de maniobra al grado de que cesaron las masacres, los enfrentamientos y los actos de terror que se escenificaban en las carreteras, donde a los automovilistas les quitaban sus vehículos, los incendiaban, les robaban sus pertenencias y, en el peor de los casos, si se resistían, los mataban. Todo eso hoy ha quedado atrás.

No por ello se puede afirmar que Chiapas lidere el ranking como una de las entidades más seguras del país. Es cierto, no hay que cantar victoria, porque aún se presentan hechos aislados donde grupos en pugna continúan enfrentándose por venganzas, rencillas o por el control absoluto.

Sin embargo, esta práctica casi se ha eliminado gracias a la respuesta inmediata de la autoridad. En ello, sin duda, tiene mucha responsabilidad el actuar del actual secretario de Seguridad Pública y del Pueblo, Óscar Aparicio Avendaño, quien, sin ser chiapaneco, fue traído por el gobernador para hacer la tarea que varios ex titulares de esa dependencia dejaron de hacer.

De entrada, se combatieron las mafias que existían al interior de la propia dependencia, coludidas con el crimen organizado. Ese fue el primer paso, porque bien se dice que el buen juez por su casa empieza.

Por ello llama la atención que, en la reciente comparecencia del titular de la SSP, no se haya dado mayor difusión a su participación por parte del Congreso del Estado. Se entiende que es un tema delicado que debe manejarse con cuidado, pero también es necesario que la ciudadanía conozca a detalle lo que ha hecho la autoridad para combatir el crimen y los delitos de alto impacto.

Óscar Alberto Aparicio Avendaño, en un comunicado emitido por la dependencia, señaló que los resultados, avances y acciones emprendidas han permitido, en un año, conducir a Chiapas por el camino de la paz, a través de una estrategia con rostro humano y cercana a la ciudadanía.

Quizá se pueda diferir de que, durante la sesión, el diputado Javier Jiménez Jiménez, presidente de la Comisión de Seguridad Pública y Protección Ciudadana y exsecretario de Hacienda en el sexenio anterior, se haya atribuido los resultados cuando en su gestión no movió un solo dedo para contribuir a la paz de Chiapas. Su papel de títere no es más que el reflejo de la herencia maldita que hoy la LXIX Legislatura local tiene que “consentir”.

Fuera de este negrito en el arroz, la labor de Aparicio Avendaño ha sido eficaz, al grado de que Chiapas ocupa a nivel nacional el primer lugar con menor incidencia delictiva general y el segundo con menor incidencia en delitos de alto impacto, lo que lo mantiene entre los estados más seguros del país.

Es cierto que su trabajo no ha sido en solitario, pues ha contado con el acompañamiento de la Fiscalía General del Estado y de las fuerzas federales; aun así, hay que reconocer que siempre se mantiene al frente del pelotón para combatir a los enemigos del pueblo chiapaneco.

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