EDITORIAL

El culto guadalupano define la identidad mexicana

Es innegable la gran influencia que tiene la Virgen Morena en la vida de los mexicanos y también, digámoslo así, de los latinoamericanos. Es un culto de casi cinco siglos y que reúne a millones de feligreses en el mundo.

De acuerdo a la tradición católica en México, la tradición surge a raíz de que Juan Diego tuvo avistamientos de la Virgen en el Cerro del Tepeyac, donde a la postre se erigió una iglesia y con ello se cimbró un culto que más allá de las preferencias religiosas, y a lo largo de la historia de México ha estado presente.

Diversas fuentes aseveran que el culto tiene sus orígenes en la deidad prehispánica Tonantzin, quien tiene ciertos paralelismos con la virgen y representa la fertilidad y la vida; por ello, muchos detractores al culto, refieren que el sincretismo entre la deidad prehispánica y la virgen mariana de la tradición católica sirvió como herramienta de conquista a los españoles para que esta fuera más efectiva.

Recordemos, que los Santos en el canon católico, de cierta manera fueron instrumentos para sometes a los pueblos paganos, a través de imágenes y referentes, en el caso del continente americano, la Virgen de Guadalupe contribuyó al sometimiento, adoctrinamiento de los pueblos originarios, quienes sin mayor esfuerzo adoptaron dicho culto y con el pasar del tiempo adquirió una identidad.

Para la época virreinal era parte de la sociedad, tanto de criollos, mestizos e indignes, sin distinción de clases, le rendían culto y pedían favores. La Virgen fue un estandarte nacional y de guerra; de hecho, el movimiento independentista en México toma a Guadalupe como bandera del levantamiento armado y es una de las primeras banderas de México.

El culto prevaleció a lo largo de estos más de 200 años de vida independiente. Ahora bien, el culto en la actualidad ¿Cómo se percibe? Con una gran aceptación.

Ya que, con la llegada de credos protestantes o de otras sectas, los escándalos de la iglesia y cierta desconfianza a la institución, cada día la Iglesia Católica como institución pierde adepto; en cambio, el culto guadalupano, no, este sigue en crecimiento.

¿A qué se debe? Este culto va más allá de los parámetros y normas de la religión, se convirtió en un rasgo identitario. Precisamente, Octavio Paz cuando definió la cultura mexicana en “El laberinto de la soledad” a mediados del siglo XX, hizo énfasis en que los “mexicanos también son guadalupanos”, ya que esta deidad o santidad, según sea el caso, influye en la vida cotidiana de México.

En el caso de Luis González de Alba, en su libro “Las mentiras de mis maestros”, critica y satiriza como el culto guadalupano ha sido un instrumento de colonización y manipulación.

Más allá de las posturas religiosas, de ser cristiano, católico, evangélico o ateo incluso, la devoción persiste, y no precisamente en que su día sea parte de los días festivos que la burocracia usa como descanso, sino por el respeto que esta sigue permeando.

También, la Virgen no distingue clases sociales, desde los extractos sociales más humildes hasta las elites más acaudaladas, se toman el tiempo para realizarle ofrendas, promesas y devoción; claro está, es motivo de fiesta y sus rezos sin dudas demuestran el gran arsenal de la cultura mexicana; la forma en que adoptamos el culto, su gastronomía, su arte, literatura, y en el sentido humano, la calidez de quienes ponen su casa para realizar el rezo o misa en honor a la Emperatriz de México y América.

En fin, un buen mexicano, podrá no ser católico, pero guadalupano siempre.

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