Bullying en escuela de Tuxtla, un llamado de atención

Las agresiones físicas hacia un estudiante por parte de sus compañeros son muy “normales” en las escuelas públicas. Se registran a menudo y por ello muchas veces el niño o el adolescente opta por negarse a seguir yendo. Pero no sólo los golpes forman parte de este amedrentamiento, también existe las burlas, las amenazas, el golpeteo psicológico que daña seriamente la estabilidad emocional de la persona.

Editorial

Cuando en alguna institución educativa, sea esta pública o particular, se den
casos de hostigamiento, amenazas o como suele llamarse en la actualidad,
comportamiento belicoso llamado bullying, y los maestros, la asociación de padres
de familia o la propia autoridad educativa no intervienen, los hechos que de ello se
deriven tienen necesariamente consecuencias para la salud del violentado, e
incluso hasta casos de muertes.
Las agresiones físicas hacia un estudiante por parte de sus compañeros son muy
“normales” en las escuelas públicas. Se registran a menudo y por ello muchas
veces el niño o el adolescente opta por negarse a seguir yendo. Pero no sólo los
golpes forman parte de este amedrentamiento, también existe las burlas, las
amenazas, el golpeteo psicológico que daña seriamente la estabilidad emocional
de la persona.
Excluir a los compañeros de salón también es una forma de maltrato o negación
para que alguien entre al círculo social “privilegiado”. El que te acosen a diario, te
maltraten, te exhiban -incluso en redes sociales como es la nueva modalidad-,
provoca afectaciones en el proceso de enseñanza aprendizaje en el alumno
agredido.
Cierto es que los nuevos tiempos han cambiado. Son muy radicales a como se
hacía en el pasado. Las historias que cuentan los abuelos precisan que la palabra
bullying no existía, pero sí las agresiones directas. Si había diferencias se
solucionaban a golpes y asunto arreglado. Una situación muy cuestionable, pero
que al final resolvía los problemas del momento.
Lamentablemente hoy los tiempos han cambiado. Antes un chanclazo bien puesto
al hijo desobediente le hacía “reflexionar” e incluso muchos recuerdan que tan solo
con la mirada ruda de su señor padre obedecían porque si no unas cuantas
nalgadas con lo que encontrara a la mano eran suficientes para darle solución al
mal momento del hijo.
Estos pequeños relatos vienen a cuento porque recientemente en una escuela de
Tuxtla Gutiérrez, un adolescente intentó amedrentar a sus compañeros con un rifle
de “diablitos”.
El hecho no podría ser ignorado si no se tomara en cuenta que en la actualidad lo
que priva son los escenarios de violencia en todo México, donde las armas salen a
relucir para imponer la jerarquía, o lo que es peor, a sacarla para defender la vida
propia.
En México son muy pocos casos de niños, adolescentes o jóvenes que hayan
protagonizado tiroteos o que hayan accionado una ama en contra de una persona
en específico. El más reciente que viene a la memoria fue el registrado en
Torreón, Coahuila, en enero del año 2020, cuando u alumno de 12 años llegó al
Colegio Cervantes. Llevaba dos armas que accionó de forma directa contra dos
maestras y un grupo de cinco compañeros. Mató a su profesora para después
suicidarse.
En los años 2017, 2014 y 2007, en Nuevo León, Ciudad de México y el Estado de
México se registraron otras tragedias, que tuvieron que ver con problemas en el

comportamiento de los agresores y otras más por problemas de bullying. Casos
muy esporádicos, pero que al final llaman la atención por situaciones en las que
los padres de familia tienen en parte culpa por el abandono en que tienen a sus
hijos.
En escuelas de los Estados Unidos se da muy a menudo este tipo de
circunstancias que se asocian a la facilidad de que los comercios venden armas
de fuego como si el cliente fuera a comprar huevos, pan o tortillas.
El caso del menor de la Escuela Telesecundaria Número 121, ubicada en la
colonia Las Granjas, que apuntara con un arma a varios de sus compañeros
dentro del plantel, ubicado en la calle Veracruz y calle 2, es una señal de alarma
que las autoridades de educación deben tomar en cuenta. Es decir, las políticas y
programas que estaban encajonados en los escritorios deben desempolvarse para
trabajar en la prevención de este tipo de hechos que no sólo puede cortarle la vida
a gente inocente, sino que pondría en evidencia el descuido.
Lógico que atrás de este hecho hay una justificación que debe analizarse y darle
solución. Los padres de familia son los primeros responsables de la educación de
sus hijos y por ello, los primeros en exigir también que haya más vigilancia en las
escuelas.
El tema no es irrelevante, al contrario, tiene todas las aristas para que una vitalicia
y dictatorial Asociación Estatal de Padres de Familia salga de su letargo para
delinear una salida a problemas en puerta que estén en las escuelas.
Este hecho es un aviso a tiempo para que reflexione qué está haciendo en casos
como el bullying aquel maestro o maestra de alguna otra escuela, que ande en la
Ciudad de México en el paro nacional o tomando la caseta de peaje San Cristóbal-
Tuxtla o apostado en el parque central de la capital de Chiapas.
Están en su derecho de reclamar lo que crean es justo por su labor, pero lo que
pase dentro de una institución educativa es también su responsabilidad, así que
vayamos cooperando para enfrentar estos retos de maltrato o agresiones físicas,
en las que como sociedad a todos nos debe preocupar y ocupar atender y
resolver.

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