Al Poder Judicial Federal, el que actualmente está en funciones, vive sus últimos
días de existencia, y ante este escenario de linchamiento del que fueron objeto en
los últimos siete años hasta que lograron desaparecerlo, quienes integran a este
ente estarán deseosos de que ya se termine su periodo y sea el tiempo el que se
encargue de poner las cosas en su lugar.
Hoy la Suprema Corte de Justicia de la Nación, las Salas Regionales, y quienes
integraron todas aquellas instancias que lucharon hasta el último momento por
lograr vencer la hecatombe que se les vino encima, dicen adiós, se despiden y
seguramente que su jubilación prematura servirá para ir dándole forma a sus
memorias y en más de un personaje se le conocerá próximo un libro donde las
anécdotas sean parte de la reflexión que habrá de discutirse en los años por venir.
El Poder Judicial, ese que comandó Norma Piña, sólo espera terminar sus
burocráticos procesos legales para darle trámite a los expedientes que aún
puedan ingresar a la Corte, los cuales no representen problema alguno para la
vida política del país.
Tienen quince días para recoger sus pertenencias personales y de ahí a disfrutar y
administrar su indemnización que, aunque no se sabe de cuánto será en
promedio, no dude que será lo suficiente para que no se preocupen durante los
próximos años.
Hoy ya nadie habla de los ministros y ministras que forman parte de la Suprema
Corte, e incluso la política que se juega en la alta esfera del sistema mexicano, se
ha olvidado de lanzar metralla, de cuestionar decisiones de los jueces.
Hoy lo nuevo es darle gusto a la “voluntad” del pueblo mexicano que exigió con su
voto, dice pomposamente la Cuarta Transformación, que se removieran a los
impartidores de justicia. A partir del primero de septiembre un modificado y al
mismo tiempo desconcertante Poder Judicial intentará replantear la verdadera
tarea de cumplir con una política jurídica cercana a la gente.
Para ello habrá que ver en la práctica si los nuevos jueces, los nuevos juzgadores,
los nuevos magistrados, los nuevos ministros, tienen la experiencia y la capacidad
para estar a la altura de los nuevos tiempos que requiere el país en materia de
justicia.
La campaña presidencial emprendida desde Palacio Nacional con Andrés Manuel
López Obrador y secundada por los diputados y senadores que forman parte del
Congreso de la Unión en su versión Morena, Partido Verde y Partido del Trabajo,
fue tan bien planeada que se está a días de empezar a tener una Corte más
morena que la Virgen de Guadalupe.
De hecho, los actuales representantes de este poder ya duermen el sueño de los
justos desde el primer momento en que el conservador Instituto Nacional Electoral
(INE) dictaminó la validez de la elección, aunque ésta haya sido al final tan reñida
su votación, que nadie en su sano juicio cree que la transparencia haya sido el
valor fundamental de la jornada electoral y de todo el proceso que se finiquitó el
día de la votación.
Y si hablamos del INE, de entrada, los consejeros se desmarcan de participar a
nombre de la institución, en la reforma electoral que ya está prácticamente
planchada se apruebe en septiembre para tener el control del sistema político
mexicano en toda la extensión de la palabra.
Guadalupe Taddei acata lo dicho por la presidenta de México de que los
consejeros, cinco de los once son considerados rebeldes o inclinados a la
derecha, si participan lo harán en calidad de ciudadanos, como uno más de los
120 millones que tiene esta nación.
Además, la desaparición de los institutos electorales locales tiene a desaparecer,
según se ve en primera instancia, para aligerar el presupuesto que se invierte en
los 32 que operan en el país, pero, además, con la consigna de que sea el mismo
INE el que tenga la responsabilidad de que en las próximas elecciones locales, se
haga cargo de la organización.
Habría que ver qué dicen los expertos, pues por lo pronto el Poder Judicial está
viviendo sus últimos días de vida democrática y el INE se apresta para ingresar a
terapia intensiva. Bueno, así arece que pinta la situación, a menos que usted diga
lo contrario.