Hoy hace 57 años fue “un día soleado”, según las palabras de Jacobo
Zabludovsky, mientras en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco se
perpetraba una de las represiones y crímenes de estado contra estudiantes y la
población civil: la Matanza de Tlatelolco, la cual se sumaría a una serie de hechos
violentos que definirían la crueldad del sistema mexicano.
El hecho ya es desgarrador, donde miles de estudiantes y manifestantes murieron,
además de los desaparecidos, torturados y las violaciones a los derechos
humanos que ahí se cometieron. Pero en la memoria colectiva de los mexicanos,
es un hecho que dejó marcado a una juventud, misma que utilizó las calles para
protestar y demostrar que el sistema no iba bien.
La protesta fue el punto de quiebre, sobre todo una fractura para el sistema
político emanado del partido oficial que tras apropiarse de la Revolución, los
sueños de justicia social, igualdad y un México mejor, se estaban derrumbando.
Sumado, a ese descontento surgido por la posible falta de oportunidades, años
atrás varios sectores mostraron síntomas de ese posible quiebre: la huelga de los
ferrocarrileros en 1958 y la de los médicos en 1964, demostraron que la clase
obrera y trabajadora mostraba molestias ante los abusos sistemáticos.
También, tengamos en cuenta la efervescencia propia de esos años, el despertar
hippie, la Guerra Fría y una juventud digámoslo así, que mostraba rebeldía ante
ciertas normas que poco a poco se volvieron arcaicas. Para el verano del 68, las
protestas juveniles amenazaban al país y sobre todo la imagen que se pretendía
proyectar del país ante el mundo, temiendo que estos jóvenes fueran tentados por
las “ideas comunistas”, por ello las persecuciones, sabotajes y represiones ante
cualquier posible acto de disidencia no terminaron bien; en esas mismas fechas,
según lo expuesto por el fallecido escritor, Luis González de Alba, al mismo tiempo
que las protestas se dieron, hubo pleitos campales entre las aficiones de la UNAM
y Politécnico tras un partido de futbol americano, lo que generó confusión en el
movimiento.
Además, en el descontento de la confrontación de los dos bloques económicos, el
68 fue la eclosión de movimientos estudiantes en el mundo, Francia y
Checoslovaquia con la Primavera de Praga, gritaron al mundo que la juventud
estaba harta de las guerras y el sistema, más allá de las ideologías impuestas por
los bloques.
Pero, en México esa situación tuvo un desenlace terrible, con la matanza
mencionada. A partir de entonces, las represiones en contra de estudiantes y
disidentes terminaron en una masacre o eran parte del historial de crímenes
perpetrados por el Estado: el Jueves de Corpus o “El Halconazo”, Acteal, Atenco y
Ayotzinapa, fueron crímenes que el pueblo no perdonó y demostraron los alcances
de un sistema que le falló a los más desprotegidos.
Ahora bien, las primeras versiones del acontecimiento, los medios oficialistas solo
mencionaron que se trataba de una simple protesta de “comunistas”, dejando de
lado los actos atroces; precisamente, esa matanza a nivel internacional se supo
gracias a la escritora y corresponsal, Oriana Fallaci, quien fue testigo, lo que
conllevó a que fuera herida e interrogada, para que el hecho no se supiera ante el
mundo.
Al final, el entonces mandatario federal, Gustavo Díaz Ordaz, en la inauguración
de los Juegos Olímpicos que se celebró en México, fue abucheado y repudiado,
mientras las palomas blancas surcaban el cielo, el piso se manchó de sangre.
Posteriormente, en uno de sus últimos informes de gobierno, no lamentó el hecho
y declaró que con ello salvó al país; de la misma manera, en los años setenta
cuando fue nombrado embajador, reafirmó ese hecho.
Claro, las protestas a lo largo del país seguirán, ya que los crímenes de Estado no
han cesado del todo, aún persisten, sumado a la complicidad con el crimen
organizado, lo que resulta aún más lacerante para este sistema político mexicano
que no cambia y los mexicanos no olvidan sus crímenes e impunidades.