Editorial
El mural donde dos Parachicos se besan, no fue del agrado de muchas personas, sobre todo por parte de los chiapacorceños quienes manifestaron indignación, en contraste con personas que aplaudieron la obra por ser “inclusiva” con la comunidad LGBTQ+. Lo cierto es que ambas posturas fueron previstas dentro de lo que llaman el “fin del arte”: generar conciencia o en el peor de los casos, polémica.
Claro, este mural tuvo consecuencias: la primera fue su intervención a cargo de un ex candidato a la alcaldía de Chiapa de Corzo, Carmelo Martínez, quien se aludió como un representante de los Parachicos y grabó en vivo para sus redes sociales el acto, el cual dividió, algunos a favor y otros en contra, denostándolo como “homofóbico”; si bien el mural fue restaurado a las pocas horas, ya que utilizaron pintura de agua, en la noche de ese mismo día, tipos encapuchados también la intervinieron con aerosol, invisibilizando el mensaje y la intención.
Lo anterior no es nuevo, de hecho, en el arte moderno, ciertas obras han generado polémica y escozor en la sociedad: desde la aparición del famoso urinario de Duchamp, ciertos personajes que se proclaman “artistas” ha buscado esa transgresión, la cual muchas veces ha generado reacciones muy violentas por parte de la sociedad civil, cuando sus íconos o tradición son transgredidos.
Ejemplo de lo anterior podemos citar la fotografía de Andrés Serrano “Piss Christ” (El Cristo del pis), que generó protestas por parte de grupos cristianos extremistas a finales de los ochenta, o las dos obras de Fabián Chairez, su pintura del Zapata gay y recientemente su exposición en la UNAM que retrata los fetiches y perversiones de la Iglesia Católica.
En el caso, de la pintura del Caudillo de la Revolución, la cual paso sin pena ni gloria en una Bienal que se celebró en la Galería del Centro Cultura de Chiapas “Jaime Sabines”, hace más de una década, pero cuando fue exhibida en Bellas Artes y dentro del cartel promocional, esto generó una indignación por parte de la sociedad mexicana que no sólo exigió que se retirará sino hubo amenazas por destruirla, como fue el caso de los campesinos, quienes amenazaron con tomar dichas instalaciones. En caso de suscitarse ese hecho, hubiese generado un punto de inflexión social y político, ya que dos grupos históricamente relegados se hubiesen enfrentado, los campesinos y los disidentes sexuales, generando una ruptura que tiraría por la borda las luchas históricas de sectores marginados.
En este sentido, es preciso resaltar la importancia del “tejido social”, este concepto consiste en que los valores, tradiciones y manifestaciones coexistan en armonía, con el fin de generar una sociedad más pacífica, con identidad y donde los diferentes actores de la sociedad, crean un sentido comunitario. Por ello, esta obra al parecer profanó un icono de nuestra identidad, si bien Tesk Tesk, junto con el otro artista que contribuyó, no tuvieron la intención de agredir el “tejido social”, la interpretación de su mensaje por parte del público contribuyó a estas reacciones negativas.
Algo similar está sucediendo con el filme de “Emilia Pérez”, un intento burdo y malintencionado de representar la narcocultura en nuestro país. De hecho, películas de mayor calidad con la misma temática, han sido señaladas por parte de la sociedad civil como incitadoras sobre lo ya mencionada, pero sus creadores aparte de ser nativos, comprendían y supieron representar la pesadumbre de quienes vivieron en carne propia la narcoviolencia. En el caso del filme del director francés, sus posturas evidentemente clasistas hacia la cultura latina y los comentarios fuera de lugar de Karla Gascón, generaron el odio de la comunidad mexicana al grado de generarle pérdidas en taquilla. He ahí las consecuencias de trasgredir los valores de una sociedad.
También, pondríamos de ejemplo lo del atentado contra el semanario Charlie Hebdo hace 10 años, donde fundamentalistas islámicos perpetraron un ataque a dicho medio, ya que había realizado caricaturas dolosas en contra de su figura Mahoma. Tras el atentado, se inició un debate entre los límites de la libertad de expresión o discursos de odio, en este caso, la islamofobia.
Desde luego, el mensaje en el mural es claro: el amor en todas sus expresiones, aquí la cuestión es la interpretación de la mayoría, asumiendo que el parachico es una figura masculina en nuestra cultura, la apropiación de esta figura por parte de la comunidad gay, generó aún más rechazo hacia ésta.

