Todo un éxito la elección judicial, dice Taddei

EDITORIAL

El árbitro electoral, que debería ser neutral, toma partido y asevera con todas sus
letras mayúsculas, que la elección del Poder Judicial realizada el pasado primero
de junio fue todo un éxito, pero más descaro no puede haber cuando afirma que
México ha dado un paso fundamental hacia una justicia más legítima y cercana a
la ciudadanía.
Será que la presidenta del Instituto Nacional electoral (INE) no vio el brutal
abstencionismo que se marcó en las urnas y no se percató que de la escasa
ciudadanía que decidió ir a las urnas fue para invalidar el proceso y mentar madre
por la simulación que las autoridades hicieron de este proceso.
Guadalupe Taddei Zavala se vuela la barda cuando el instituto que representa
desde un inicio debió anular las elecciones al darse cuenta que toda una red de
delincuentes de cuello blanco operó millones de acordeones para que fueran a
votar conforme las indicaciones precisas que se les daban desde los bunkers del
partido en el poder, pero sobre todo, manifiesta no haberse dado cuenta que todos
los que ganaron venían tal y cómo estaban registrados, impresos, boletinados en
los acordeones que, hay que decirlo, fueron toda una estrategia muy bien pensada
por la Cuarta Transformación.
Es una lástima que todo el esfuerzo ciudadano que se forjó en décadas, cuando
estaban hartos del presidencialismo y de la hegemonía que ejercía el
Revolucionario Institucional, para lograr que emergiera un organismo electoral
autónomo, que le diera veracidad y transparencia al entonces Instituto Federal
Electoral (IFE), hoy esté arrastrando la cobija, supeditado a lo que diga y mande el
Poder Legislativo y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
En la elección pasada hubo un 87 por ciento de abstencionismo, y, aun así, la
presidenta del INE se avienta la puntada de que el voto de los ciudadanos
mexicanos fue “escuchado” y que la elección fue “todo un éxito”.
Sus palabras la delatan, su accionar es grotesco y hasta ofensivo para los
millones de mexicanos que por decisión propia no acudieron a las urnas en señal
de reprobación a lo que llamaron la farsa electoral.
Se entiende que la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, defienda la
elección, porque fue su propio partido el que la impulsó a propuesta del
expresidente Andrés Manuel López Obrador, pero se reprueba la manipulación
que hizo Morena para ganar a la mala.
“Hoy tenemos un poder judicial que, primera vez, lleva el sello indeleble de la
voluntad popular”, dijo la presidenta del INE, pero su discurso triunfalista se topa
con pared, porque apenas 10 millones de mexicanos emitieron su sufragio y ello
no significa que la legitimidad y popularidad de esta institución esté a prueba.
Lo vemos con las repulsas ciudadanas contra algunos de los candidatos que dicen
haber triunfado, aunque la verdad si no hubiese sido por las indicaciones precisas
que ya se tenían, pero ganar, lo que se dice ganar por sus propios méritos, ni
yendo a rezar a la Basílica de Guadalupe ni entrar hincado al cerro del Tepeyac.

Taddei emitió un mensaje triunfalista este miércoles. Cierto es que como
organizadora del evento nadie dice lo contrario, pero eso a eso a ser
corresponsable de la falta de credibilidad, es muy diferente.
Desde el extranjero, no sólo en México, la elección judicial quedó marcada para
siempre como el inicio de un cambio, del retroceso a la democracia y nadie que se
diga ético en su profesión o en la responsabilidad que asume en el proceso, podrá
decir que tiene la razón.
Si tan sólo hubiesen acudido a las urnas la misma cantidad que refrendaron el
apoyo a la presidenta mexicana en la jornada de junio de 2024, algo así como 36
millones de votos, estoces se estuviera hablando de un triunfo a todas luces.
La legitimidad de las elecciones no se mide por el 10 por ciento de ciudadanos
que acudieron a emitir su sufragio, sino por la transparencia con que la rodea en
todo el proceso, previo, durante y después del resultado.
Cuando se pierde la integridad, cuando no hay confianza en el resultado y cuando
se faltó el respeto a la voluntad ciudadana, a su conciencia, entonces se miente y
se ofende al asegurar que se es un poder judicial que lleva el sello imborrable e
inalterable de la voluntad popular.
Las rechiflas que los ganadores han experimentado en carne propia en eventos
recientes es una muestra de que la presidenta del INE se equivoca en sus
apreciaciones. La historia pondrá cada quien, en su lugar, pero ésta, sin haber
transcurrido, ya empezó a forjar su criterio. Lo que debería hacer la funcionaria
electoral es mejor quedarse callada y no echarle más leña al fuego o lo que es
igual, ya no escupir hacia arriba porque se salpica.

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