José Cancino
De tener mil 600 migrantes en enero, el albergue Jesús el Buen Pastor pasó a sólo registrar un aforo de 150 personas en el inicio de marzo, como parte del efecto que las políticas del presidente Donald Trump han tenido en la frontera sur, reveló la directora de este refugio al sur de la ciudad, Olga Sánchez Martínez.
La activista puntualizó que ha sorprendido Trump en este segundo mandato, al entrar a la presidencia de Estados Unidos un poco “enojado”, contrario a su gestión anterior en la cual hubo deportaciones, pero no de forma agresiva como en esta ocasión.
Esto, a decir de la protectora de migrantes, ha provocado una disminución drástica de los que llegan y al mismo tiempo muchos extranjeros han regresado a sus países.
“Hemos visto gente llorando por regresar a Cuba, llorando por regresar a Nicaragua, a Venezuela; la gente está muy desesperada, muy espantada, muchos se fueron a Honduras porque cuando nos agarró esto de la entrada de Trump teníamos casi mil 600 gentes y todo se vino hacia abajo”, apuntó.
Relató que previo a la llegada del republicano a la Casa Blanca, el flujo de migrantes se mantenía porque llegaban a México y se iban hacia la frontera norte a través de las citas CBP One, pero en cuanto terminó el programa los migrantes se espantaron mucho y comenzó a desacomodarse todo.
La migración no se detiene
Para Sánchez Martínez nada ni nadie va a poder detener la migración y, aunque en estos momentos hay temor entre la comunidad, los flujos retomarán su camino.
“Esto es un movimiento político, ya del tiempo que inicié en e 1993 hasta acá ha habido muchos cambios, pero al final la frontera sigue siendo frontera y la gente sigue saliendo, así es en muchas partes del mundo.
Aunque para la defensora de derechos humanos son momentos críticos en el contexto de movilidad humana, confía en que las autoridades mexicanas y las propias estadounidenses planteen nuevas propuestas para poder ayudar de alguna manera a la comunidad extranjera.
“Queremos volver a nuestro país”
Brítani, una niña de apenas 12 años, coincide junto a su madre que tras dos meses y medio de permanecer en este albergue, es hora de volver a casa, a su natal Honduras.
Para Madre e hija, que se hacen acompañar de una amiga que también viaja con su hija, no existe la posibilidad de llegar hasta la frontera norte y no queda más que planear el viaje de regreso.
“Acá tenemos un trabajito, pero no nos alcanza el dinero y no podemos vivir bien. Gracias a este albergue hemos subsistido, pero tenemos más necesidades como cualquier ser humano y por eso vamos a regresar en una semana a Honduras”, explicó la madre.
Las cuatro mujeres temen seguir avanzando por la delincuencia organizada y los discursos antiinmigrantes que Trump ha plantado ante los medios de comunicación.
“Si antes era difícil, ahora es imposible”, sentencia la hondureña.

