La generación Z se rebela
Por: José Luis León Robles
En los últimos años se ha hecho cada vez más visible en México la presencia activa de jóvenes pertenecientes a la Generación Z. Esta generación, acostumbrada al mundo digital, a la interconexión global, a los desafíos económicos y ambientales desde temprana edad, empieza a movilizarse con una intensidad que merece una reflexión: ¿qué los impulsa?, ¿qué buscan?, ¿y qué efectos podría tener su marcha en el futuro del país? La Generación Z ha crecido en un contexto muy diferente al de sus antecesores. Son nativos digitales en el sentido más pleno: han conocido Internet, smartphones y redes sociales prácticamente desde su infancia. Su marco vital también incluye crisis económicas, cambio climático, pandemia, transformaciones rápidas en lo laboral y lo social. En nuestro país, estos jóvenes encuentran razones concretas para alzar la voz: Inseguridad y violencia: Si bien no es un problema exclusivo de una generación, los jóvenes de la Gen Z lo perciben con urgencia particular y sienten que las respuestas tradicionales no dan abasto. Otro de los puntos es la Justicia social y desigualdad: La brecha económica y las oportunidades desiguales los interpelan directamente; muchos sienten que heredan un país con deudas estructurales sin que tengan voz suficiente. Medio ambiente y futuro ecológico: Siguiendo la tendencia global de su cohorte, la preocupación por la sostenibilidad y las decisiones que afectarán su vida adulta los empuja a actuar. La tecnología les permite acceder a información, articularse y exigir rendición de cuentas con canales distintos a generaciones anteriores, y eso también los impulsa a la calle. La marcha de la Gen Z es a la vez simbólica y práctica. No se trata solo de estar, sino de creer que pueden hacer algo distinto. La forma de movilizarse de la Generación Z combina lo tradicional manifestaciones, protestas físicas con lo digital: redes sociales, transmisiones en vivo, campañas virales, hashtags. Esta mezcla les da ventajas, pero también retos. Una de la ventaja es la rapidez para convocar, alcance amplio sin intermediarios tradicionales, flexibilidad. La efervescencia digital puede disolverse rápidamente, la protesta debe traducirse en acción concreta para que perdure, y la difusión online no siempre significa cambio institucional. Estamos viendo cómo estos jóvenes aprovechan tanto plazas físicas y calles como espacios virtuales para construir reivindicaciones: exigen, protestan, demandan visibilidad. Es una marcha que se adapta a la era del clip, del tuit y de la historia de Instagram, pero que entiende también que la calle sigue siendo escenario fundamental. La apuesta de la Generación Z al salir a marchar no es menor: implica un quiebre de la norma pasiva, una exigencia de protagonismo. Estos jóvenes entran en la arena ciudadana en un momento clave. Su participación puede redefinir prioridades partidarias, dar peso a agendas como educación, cambio climático o derechos humanos, tradicionalmente relegadas. Mi distinguido lector le agradezco como siempre sus finas atenciones a esta su columna, si el creador nos lo permite no estaremos leyendo la siguiente semana.




