Sabines y su doble moral

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Entre el cinismo político y el olvido moral, Juan Sabines Guerrero busca refugio en nuevas sombras del poder, pero ya sin el respaldo de quienes lo cobijaron durante años.

¿A dónde irá a refugiarse Juan Sabines Guerrero ahora que dejó el Consulado de Orlando, Florida, en Estados Unidos? Contra todo pronóstico —y pese a la imagen que él mismo intenta vender—, quien alguna vez pisoteó la dignidad de los chiapanecos no tiene las puertas abiertas en la Secretaría de Economía, donde despacha su “amigo” Marcelo Ebrard Casaubón.

Al interior de la dependencia federal se comenta que Sabines no es “ni querido ni bienvenido”; simplemente, es el “amigo incómodo” de Ebrard. El ex canciller no sabe cómo quitárselo de encima, pues desde que oficialmente dejó el consulado, hace una semana, Sabines anda como “perro faldero”, buscando ser recibido, atendido y, sobre todo, colocado en algún cargo. La razón es simple: ya no cuenta con la “paga” que amasó durante su gestión como gobernador de Chiapas, y como diplomático también disfrutó de una vida de lujos.

De acuerdo con diversas versiones, Sabines se trasladó a Seúl, Corea del Sur, para alejarse del ruido mediático que dejó su salida y de la tragicomedia que protagonizó al copiar a Morena con la entrega del “bastón de mando” a su relevo en el consulado. Hoy, el ex mandatario vive su propio calvario: no sabe cómo recuperar los reflectores ni la investidura que alguna vez ostentó.

Aunque intenta hacer creer que enfrenta dificultades económicas, fuentes dentro de la Secretaría de Economía aseguran que se encuentra en el continente asiático acompañado de toda su familia, gastando el dinero que se llevó de Chiapas. Sus hijos —vástagos que, al igual que los del presidente López Obrador, no trabajan, pero disfrutan de una vida de lujos— lo acompañan en este nuevo exilio dorado.

Fiel a su estilo, Sabines no ha dejado atrás las artimañas que lo caracterizan. Ahora se sabe que intenta estafar a inversionistas con un supuesto proyecto hospitalario millonario en Quintana Roo, junto con un antiguo colaborador que fungió como procurador de justicia. Ante esto, la gobernadora Mara Lezama debería actuar con cautela, pues ya le presentaron la propuesta de construir “el mejor hospital del país”, un plan que podría ser otra fachada para el desvío de recursos.

Sabines sabe bien que no puede regresar a Chiapas: teme por su vida si pisa territorio chiapaneco. Aun así, intenta mover influencias —reales o imaginarias— para deshacerse de las propiedades que mantiene a través de prestanombres. En Chiapa de Corzo, por ejemplo, busca vender un terreno de casi 50 hectáreas que se adjudicó cuando fue gobernador, con la intención de convertirlo en un fraccionamiento de lujo.

Desde el inicio se supo que el ex cónsul buscaba asegurar un puesto dentro de la Secretaría de Economía. Su cercanía con Marcelo Ebrard alimentó las especulaciones de que podría obtener alguna cartera en el sureste, pero él mismo entendió que sería un error exponerse en una región donde su nombre sigue siendo sinónimo de corrupción y agravio.

Fuentes consultadas por esta casa editorial aseguran que varios de los enemigos que cosechó Sabines durante su sexenio —incluso algunos que pertenecieron a su círculo más cercano— ya preparan el terreno para obstaculizar cualquier intento suyo de regresar o tener presencia política en Chiapas.

La protección que Sabines disfrutó durante los gobiernos de Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador parece haber llegado a su fin. Con la llegada de Claudia Sheinbaum al poder, sus cartas de recomendación quedaron invalidadas. Su supuesta “alianza” con Ebrard también se encuentra al borde de romperse de manera definitiva.

Ebrard, quien busca reposicionarse políticamente, difícilmente querrá cargar con el desprestigio del ex gobernador chiapaneco. Defender a Sabines sería, literalmente, un suicidio político: significaría enfrentarse al repudio de miles de chiapanecos que aún recuerdan los excesos, la deuda pública y los escándalos de corrupción de aquel sexenio.

El tiempo pone a cada quien en su sitio. Juan Sabines Guerrero, que alguna vez presumió de tener el respaldo de los poderosos, hoy parece ser un apestado político: un prófugo moral que busca refugio entre las sombras del olvido y los privilegios que le quedan. Pero ni la distancia ni los viajes de lujo podrán borrar la memoria de un pueblo que todavía exige justicia por el saqueo que sufrió bajo su mandato.

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