El sistema político mexicano se empeña en darle el tiro de gracia a la libertad de expresión. El ejemplo más “transparente” es la aparición de la “señorita Vilchis García”, protagonista de la sección “Quién es quién en las mentiras de la semana” durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador.
Los adversarios de la entonces funcionaria decían que, además de leer siempre mal, sus equivocaciones eran más motivo de risa que de impacto real en el golpeteo que el gobierno de López Obrador pretendía dar contra los políticos y medios de comunicación tradicionales, a los cuales intentó, sin éxito, desacreditar mediante publicaciones, reportajes, investigaciones y denuncias que siempre quedaron como parte del anecdotario sexenal. Sin cambios, sin respuestas.
Hoy, la señorita Liz Vilchis —a quien todos ignoraban en la sala de prensa y que fue “rescatada” por la presidenta de México cuando, durante la mañanera, pidió el micrófono para hacer un par de preguntas a la mandataria— volvió a aparecer en escena. “Hola, Liz, no te reconocí. Bienvenida”, dijo Claudia Sheinbaum cuando la escuchó al micrófono.
Nada tiene de malo que hoy la faceta de la “comunicadora” esté del otro lado de la trinchera. Muchos quizá piensen que es una aguerrida representante de las causas sociales, compitiendo con los periodistas tradicionales que intentan ser el contrapeso de la Cuarta Transformación.
La aparición pública de la exfuncionaria del gobierno de AMLO es, sin embargo, el reflejo de ese sector que se ha apoderado de los micrófonos y las cámaras no para hacer periodismo, sino para convertirse en el espejo del discurso oficial: comparsas de la adulación que impiden que la verdad salga a la luz.
Ya lo dijo en su momento, antes de irse, el expresidente AMLO, cuando realizó un convivio entre vítores y aplausos recíprocos con los llamados influencers afines al sistema, quienes han tomado la tribuna mediática por asalto para convertirse en simuladores.
Del pasado reciente pocos recuerdan que la sección encabezada por la “señorita Vilchis” fue declarada inconstitucional por un tribunal federal apenas en abril de este año. Hoy, los titulares de los medios tradicionales en México dieron cuenta de la reaparición de la exfuncionaria en su nueva calidad de periodista.
La comunicadora ahora está del lado de aquellos a quienes durante años calificó de “periodistas que dicen falacias, que anteponen la mentira para dañar el trabajo y la imagen del gobierno”.
La semana que acaba de terminar volvió a la mañanera, pero no hubo sorpresas, salvo su presencia física, porque las dos preguntas que formuló fueron para alabar el trabajo de la mandataria. En otras palabras, llegó para reforzar o empujar el trabajo del séquito de influencers.
Originaria de Puebla, García Vilchis, al dejar la mañanera, participó en las elecciones como candidata a diputada suplente de Daniela Mier Bañuelos, en el Congreso poblano. Al concluir el sexenio de López Obrador, también dejó de percibir los 90 mil pesos mensuales que, según se dijo en su momento, cobraba por cuatro presentaciones de diez minutos en las mañaneras cada mes.
La relación institucional no se perdió: en su primer día, la exfuncionaria hizo uso de la palabra, hecho que no ocurre con decenas de periodistas que esperan turno para intervenir y hacer preguntas —a menudo favorables— a Claudia Sheinbaum.
Qué bueno que ahora esté del lado de quienes “pican piedra” para conseguir la noticia de ocho columnas. Seguramente los medios del centro del país tendrán en la señorita Vilchis el termómetro de qué tanto pesa estar “de este lado haciendo periodismo”.
¿Será que alguna vez le dirán: “ese tema ya se abordó, sin comentarios”? ¿O simplemente escuchará como respuesta a sus preguntas: “se está investigando”? Ahora veremos si es verdad eso de que “quien tiene más saliva, come más pinole”. Hagan sus apuestas: ¿será crítica, pertinaz, acuciosa, profesional, objetiva?




