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La tragedia que viven estados como Veracruz, debido a la intensidad de las lluvias de las últimas semanas, nos demuestra que la solidaridad ciudadana —la de los compatriotas— sigue siendo un valor incuestionable.
Sin embargo, quienes tienen la obligación de reparar daños y auxiliar a las personas afectadas, aquellas que lo han perdido todo, parecen ser los menos interesados en hacerlo. Les importa un soberano cacahuate el sufrimiento ajeno, mucho menos agilizar la entrega de apoyos.
Pero más allá de la inacción, resulta patético que en estos tiempos los innombrables de la política mexicana salgan a minimizar los impactos de la tragedia. Son tan insensibles que sus declaraciones hieren más que una bofetada a quienes utilizan las redes sociales para expresar su indignación ante la burla de funcionarios de primer nivel o de gobernadores y gobernadoras que presumen estar “trabajando” para restablecer el orden y los servicios en las comunidades devastadas por el agua.
Ahí está lo registrado por los propios afectados de Cazones, en el norte de Veracruz, quienes “agradecieron” irónicamente a la gobernadora Rocío Nahle el envío de sueros y electrolitos como parte del apoyo oficial.
La frase “gracias por los sueros” se convirtió rápidamente en tendencia en redes sociales, símbolo del descontento por lo que se percibe como una respuesta insuficiente del gobierno estatal.
También en Álamo, Veracruz, los habitantes arrojaron lodo y corrieron a la alcaldesa Lilia Arrieta durante un recorrido por la colonia Pantepec, realizado 14 días después del “terremoto pluvial” que azotó la zona. En redes sociales circula el video donde la funcionaria municipal huye apresurada entre rechiflas y golpes de lodo.
En este tipo de desastres, la solidaridad es el aliento de los desdichados, pero rara vez proviene de quienes están en el poder. Muchos de ellos utilizan las circunstancias adversas para sacar provecho político.
La ayuda, en cambio, llega del resto del país e incluso del extranjero. Y, aun así, la corrupción persiste: continúan las prácticas de acaparamiento de víveres, como denunció el miércoles el diputado priista veracruzano Héctor Yunes Landa, quien documentó en video que legisladores de Morena en el Congreso local entregan despensas mediante listas, beneficiando a quienes ni siquiera son damnificados.
Las imágenes que circulan en noticiarios, redes sociales o televisión son desgarradoras, como si un tsunami hubiese arrasado con todo a su paso. La devastación es tan visible que lo más doloroso termina siendo la lección que nos dejan nuestros políticos: su bajeza moral. Ya no se sabe si es mejor reír o llorar.
Hoy, las tendencias en redes sociales exhiben con crudeza la insensibilidad de muchos representantes públicos. Ahí está Gerardo Fernández Noroña, haciendo un drama por su viaje a Palestina para “ayudar”, cuando no tiene que ir tan lejos: en México hay escenarios de terror.
Podría ir a Sinaloa o Guanajuato, a mediar con los cárteles, o aceptar la invitación de Cecilia Flores, la madre buscadora que le ofreció dinero para el camión y la comida con tal de que la acompañe a buscar desaparecidos por el país.
Y en el colmo de los colmos, el “bailongo” que se echaron los diputados en el Congreso de la Unión con la Sonora Santanera fue otro insulto. Aunque Sergio Gutiérrez Luna intentó justificarlo como un “evento cultural”, fue un acto político-social completamente fuera de lugar frente al dolor que viven miles de mexicanos.
La política que se practica en este país está de cabeza, como los diputados y senadores de las entidades afectadas, quienes ni siquiera se han hecho presentes para ayudar a sacar el lodo de las casas.
Son buenos para hablar como pericos ante los micrófonos y lamentar en sus discursos los hechos, pero renuentes a ensuciarse los zapatos en las zonas devastadas. El señalamiento es para todos, sin excepción.
En Chiapas también ha habido escenarios desagradables —no al grado de Veracruz, pero igual de indignantes—, donde los representantes populares no han tenido tiempo para solidarizarse. Hacerlo desde las redes sociales no tiene mérito: se les necesita para que gestionen, para que ayuden, no para que se tomen la foto de “solidarios” cuando eso es lo último que les nace.




