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El alcalde de Metapa de Domínguez, Luis Salgado Cervantes, decidió presentar su primer informe de gobierno, que más que informe oficial pareció un ensayo fallido de festival escolar, con presupuesto limitado y entusiasmo aún más escaso.
El evento, anunciado con bombo, platillo y hasta promesa de grupos musicales “de renombre” (y de factura elevada), terminó siendo un desfile de sillas vacías y caras largas.
Ni el acarreo funcionó, lo cual ya es decir mucho en tierras donde hasta los perros suelen asistir por compromiso.
A un año de gestión, el pueblo ha tenido tiempo suficiente para conocer a su alcalde y para arrepentirse. Las promesas de campaña se esfumaron como el presupuesto: nadie sabe dónde está, pero todos sospechan que no volverá.
El informe, más que rendir cuentas, rindió tributo al gris, al bostezo y al arte de no decir nada con muchas palabras.
De hecho, la estrella del evento fue un video, porque el alcalde, fiel a su estilo de “gobernar sin hacer ruido”, prefirió no hablar.
Tal vez por pánico escénico, tal vez por falta de contenido o quizá porque sabía que el silencio, en su caso, es menos comprometedor que cualquier declaración.
Y eso que el clima se prestaba: ni lluvia, ni viento, ni excusas meteorológicas. Todo estaba listo para un evento “pletórico”, salvo por un pequeño detalle: la gente.
Esa misma que votó, esperó y ahora simplemente decidió no aparecer. Porque cuando el informe es desangelado, el pueblo responde haciendo desdén.






