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No ha pasado mucho tiempo desde que el país entero fue testigo del lamentable
espectáculo ocurrido en el municipio de Reforma, cuando en plena celebración del
Grito de Independencia, el alcalde Pedro Ramírez permitió el uso de la bandera
mexicana en un acto de striptease, protagonizado por una bailarina exótica. Un
hecho que no solo indignó a muchos, sino que reveló el poco respeto del edil
hacia los símbolos patrios.
Lejos de ofrecer disculpas o mostrar contrición, Ramírez se limitó a minimizar el
hecho, señalando que los chiapanecos «no son puritanos», en una respuesta que
refleja más prepotencia que cercanía con el pueblo. Pero esta no es la única
polémica que envuelve a su figura.
Tiene razón cuando afirma parte de ello, pero su respuesta sólo lo define tal y
como es, un sujeto prepotente, con ínfulas de poder, del que, acusan sus propios
paisanos de Reforma, se debe a que anda en malos pasos y que el gobierno debe
investigarlo para que se aclaren los rumores que pululan en todo el municipio
petrolero.
Una reciente publicación del Diario Media Group, respaldada por el periodista
Ainer González, ha señalado que el presidente municipal, surgido del Partido
Verde Ecologista de México, mantiene presuntos negocios poco claros con
Manuel Sobrino, actual dirigente estatal de Movimiento Ciudadano.
Según la información difundida, ambos son socios en una nueva franquicia de
hamburguesas en Tuxtla Gutiérrez, lo que ha despertado dudas razonables sobre
el origen de sus recursos.
Este comentario se pone en duda porque a menos de un año de haber asumido la
alcaldía, a Pedro Ramírez ya se le ve conduciendo vehículos de lujo,
vacacionando con frecuencia en Tabasco y cenando en restaurantes exclusivos
de Tuxtla Gutiérrez. Mientras tanto, en su municipio, los problemas persisten y la
población sigue esperando soluciones reales, no apariencias.
La molestia ciudadana no se ha hecho esperar. En redes sociales y medios
locales, la voz del pueblo se ha alzado para exigir explicaciones. ¿Cómo es
posible que un alcalde, con un salario público limitado, pueda sostener un estilo de
vida tan ostentoso? ¿De dónde proviene el dinero que ahora presume?
En Reforma, la situación se torna cada vez más insostenible. La falta de
gobernanza es evidente y la percepción de que el edil está más ocupado en sus
negocios personales que en atender las necesidades del municipio, es ya un
clamor popular.
Frente a estas circunstancias, es urgente que las instancias correspondientes —la
Auditoría Superior del Estado, las autoridades anticorrupción de Chiapas y el
propio Congreso local— actúen con firmeza. No basta con la crítica mediática o el
escándalo momentáneo; es necesario emprender una investigación formal que
aclare el manejo de los recursos públicos y la presunta acumulación ilícita de
bienes.
El alcalde Pedro Ramírez no solo necesita responder ante la ley si existen
irregularidades, sino también practicar algo que le hace mucha falta: humildad.
Reforma no necesita un personaje prepotente ni un influencer en redes sociales,
sino un verdadero servidor público, comprometido con su comunidad.
Le hace falta practicar la humildad, pues sus trasmisiones en vivo que presume en
redes sociales, no es el tipo cordial, ameno, conciliador y productivo que un
municipio como Reforma necita para salir adelante
Ya no se trata de rumores ni de percepciones: el deterioro de la confianza
ciudadana es real. Y si los representantes del pueblo no pueden dar ejemplo de
integridad, será la sociedad quien, tarde o temprano, les pase la factura.