El tiempo nos cobra la factura

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Lo que son las cosas, el deterioro del medio ambiente, provocado por la mano del
hombre, hace que al final, cuando ocurren las desgracias, sea el mismo ser
humano el que anda corriendo para intentar salvar lo que éste se empeña en
generar con sus malos hábitos, todo por el poder de destrucción, por
desconocimiento o por falta de voluntad para emprender correctivos.
Nos referimos a las tareas que se tienen que emprender ante los fenómenos
naturales que se encargan de recordarle al hombre que destrucción el entorno
natural con prácticas incorrectas como las quemas, el tiradero de desperdicios a
los ríos, de arrojar basura en las calles, de utilizar hidrocarburos que dañan el
medio ambiente o lo que usted diga, nos hace muy pequeños ante la magnitud de
las desgracias.
Hoy en todo México y en especial en Chiapas, existen entornos familiares
vulnerables, que, al no tener una vivienda digna, en lugares seguros, se
encuentran indefensas ante los fenómenos naturales. Es una realidad dolorosa
que se repite todos los días.
Las lluvias han llegado, como cada año, trayendo consigo un mensaje
contradictorio para Chiapas. Por un lado, alimentan nuestras tierras, llenan los
ríos, nutren los campos y mantienen viva la esperanza del campesino. Por otro,
desnudan las carencias, arrasan con lo poco que tiene el más vulnerable y, este
año, una vez más, han cobrado vidas. La más reciente tragedia en el municipio de
La Concordia, donde una niña perdió la vida, nos recuerda lo frágil que es la
existencia cuando el entorno y las condiciones sociales están en contra.
Chiapas es, sin duda, un estado privilegiado por su orografía. Montañas, ríos,
selvas, llanuras, un territorio que muchos envidiarían por su riqueza natural. Pero
esa misma geografía se convierte en una amenaza cuando las lluvias intensas
encuentran comunidades desprotegidas, viviendas improvisadas, caminos
abandonados y una población históricamente marginada.
La pobreza nos cobra factura, como cada año. Las políticas públicas resultan
rebasadas por la realidad de un atraso ancestral que persiste con brutalidad en las
comunidades rurales e indígenas. Ahí donde la asistencia tarda en llegar, si es
que llega, y donde los discursos oficiales no son más que palabras vacías ante la
necesidad que grita desde el lodo.
Miles de familias en Chiapas viven sin una vivienda digna. Esas paredes de
lámina, cartón o madera débil no resisten el embate de los fenómenos naturales.
No hay protección cuando el techo se desploma y la tierra se desliza. Y, sin
embargo, ahí están, resistiendo, sobreviviendo, como pueden.
Nuestra solidaridad más profunda está con quienes hoy viven en carne propia las
desgracias que deja la naturaleza. Pero no podemos ignorar que esta catástrofe
no es obra exclusiva de la lluvia: es, en gran medida, resultado de la mano
humana. La tala indiscriminada, la falta de planeación urbana, el desinterés por
cuidar el medio ambiente nos ha puesto en una ruta de autodestrucción constante.
Ahora viene la ayuda para La Concordia, donde el dolor ya hizo lo suyo, cuando el
luto ya marcó una familia más. Es ahora cuando queremos ver a esos políticos

que no se cansan de llenar medios y redes con boletines huecos, repletos de
frases grandilocuentes que solo sirven para alimentar su ego. Dónde están para
que ayuden al gobierno a llevar un aliento de esperanza, de solidaridad.
Mañana, seguramente, veremos notas celebrando el “gran apoyo” del gobierno,
con fotografías perfectamente encuadradas y sonrisas forzadas. Pero la verdad es
que pocos de ellos se atreven a mancharse los zapatos de lodo, a mirar a los ojos
a los damnificados, a compartir un plato de comida o una lágrima con los que
perdieron todo. Y eso no se vale. Eso no tiene nombre.
Es tiempo de replantear todo. De actuar con dignidad y con responsabilidad.
Chiapas merece más que promesas. Merece justicia social, inversión real,
políticas que escuchen y atiendan, no que se cuadren para la foto. Porque
mientras no cambiemos eso, cada lluvia seguirá siendo una amenaza… y cada
pérdida, una herida abierta que nadie quiere ver.
Sin duda que el tiempo nos cobra la factura, y todo aquello que sigamos haciendo
mal, tendrá repercusiones no en el futuro, justo en este momento en alguna parte
del mundo o de México, se está escribiendo otra desgracia. El mensaje es claro,
es tiempo de unirse para salvar al mundo. Aún se está a tiempo.

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